Por Unknown sábado, 1 de agosto de 2015


A lo largo del desarrollo de la psicología, esta ha tenido que ganarse su lugar para ser considerada como una ciencia, para que las personas logren confiar y acudir a ella cuando sea necesario. Hablando específicamente del caso de la psicoterapia, en los últimos años, ha sido evidente el incremento de enfoques terapéuticos, casi proporcional al número de psicólogos y universales que los preparan, en ambos casos unas de mayor confianza que otras.  Por lo que la sociedad en general, se ha visto en la necesidad de generar estrategias que ayuden a tomar la decisión correcta al momento de acudir a una terapia.

Alrededor de tomar la decisión de acudir o no a una psicoterapia, nos surgen muchas dudas ¿Cómo se a cuál ir?, ¿Cómo se si realmente me va a ayudar?, ¿Cómo puedo identificar que no me están tomando el pelo? Estas dudas son totalmente normales y necesarias antes de tomar la decisión final de invertir tiempo y dinero en algo que esperamos nos ayude a “sentirnos mejor”. Para esto, resulta de gran ayuda leer y conocer las diferentes opciones antes de iniciar un proceso terapéutico, y es que existen una gran variedad de opciones de psicoterapia, entre ellas: la terapia conductual, cognitiva, humanista, psicoanálisis y algunas más modernas como la holística o sistémica. Cada una desde su propio marco conceptual, se enfocan a un mismo fin, mejorar la calidad de vida del ser humano y ayudar a esa búsqueda de bienestar.

Tratando de esclarecer las dudas antes presentadas  y aportar datos que evidencien la utilidad o no de la psicoterapia, en los últimos años ha surgido un enfoque llamado “Terapias Psicológicas Basadas en Evidencia”. Éstas han experimentado un gran desarrollo en los últimos años, integrando los avances en la investigación con la práctica clínica (Echeburúa, Salaberría, De Corral y Polo-López, 2010), sin embargo, al hablar de eficacia resulta importante conocer las variables que la definen.

Además de la eficacia como evidencia de la utilidad o no de las intervenciones psicológicas, Hamiltos y Dobson (2001), proponen que debe tomarse en cuenta la efectividad, siendo ambas temas claves para el desarrollo de la psicología como ciencia, generando un gran número de publicaciones y debates a nivel nacional e internacional. Basta recordar que en Octubre de 2001 en España, se dieron las primeras jornadas de la Sociedad Española para el Avance de la Psicología Clínica y de la Salud Siglo XXI (SEPCyS), que estuvieron dedicadas a los tratamientos psicológicos eficaces (López Bados, García Grau y Fúste Escolano, 2002).

Resultado de estos debates en Agosto de 2012, la Asociación Americana de Psicología publicó la resolución sobre el Reconocimiento de la Eficacia de la Psicoterapia (Resolution on the Recognition of Psychotherapy Effectiveness), en dicho texto se define la posición de la APA en relación a la consideración de la psicoterapia basada en evidencia, concluyendo que, de acuerdo a los estudios científicos, estas intervenciones deben ser reconocida por el sistema sanitario como prácticas eficaces y rentables. Dicha resolución recopila la literatura científica existente (más de 140 estudios y metaanálisis) que avalan la eficacia en contextos clínicos controlados y reales, así como en diversas poblaciones. 

La evidencia científica propone que el tratamiento psicológico en general es eficaz, al menos en comparación al no tratamiento para una variedad de trastornos. Sin embargo, aún perdura el debate con respecto a si un enfoque terapéutico es más eficaz que otro.

Al respecto, algunos metaanálisis sugieren que las distintas terapias psicológicas (psicodinámica, conductual o humanista) son igualmente de eficaces, sin embargo, otros metaanálisis indican que la terapia de conducta es más eficaz en trastornos como fobias, obsesiones-compulsiones, disfunciones sexuales, trastorno de pánico, depresión, problemas de conducta en la infancia y enuresis (Labrador, Echeburúa y Becoña, 2000). Al respecto, Matt y Navarro (1997) indican que los metaanálisis no han logrado dar respuesta a las preguntas planteadas y no han aportado en 1) reducir los sesgos de los estudios individuales a la hora de estimar los efectos de los diferentes tipos de terapia psicológica, y 2) establecer la capacidad de generalización de los efectos de la terapia psicológica e identificar las características de tratamientos. De igual forma debe tomarse en cuenta que hasta el momento, la mayoría de las investigaciones se han hecho para el enfoque conductual; en la actualidad las orientaciones psicodinámicas, fenomenológicas y sistémica están empezando a investigar la eficacia de su tratamiento, contando con resultados escasos hasta el momento (López Bados, García Grau y Fúste Escolano, 2002).

Como parte de los esfuerzos para regular la eficacia en las intervenciones psicológicas a iniciativa, el Congreso de EE. UU., se creó en 1989 la Agency for Health Care Policy and Research que tiene como objetivo determinar la eficacia de los tratamientos psicológicos para los trastornos mentales y establecer un directorio de las terapias de eficacia probada, con la finalidad de mejorar la calidad del sistema de salud. Sus estudios se centran en los criterios establecidos por la APA para la eficacia de las intervenciones psicológicas: a) estar respaldado por la existencia de dos o más estudios rigurosos de investigadores distintos con diseños experimentales intergrupales; b) contar con un manual de tratamiento claramente descrito; y c) haber sido puesto a prueba en una muestra de pacientes inequívocamente identificados (Echeburúa, Salaberría, De Corral, y Polo-López, 2010). Lo anterior resultan un gran avance, sin embargo, aún existe debate en cuanto si deben utilizarse o no, ya que al trabajar con seres humanos implica una variedad de variables,  por lo que puede resultar riesgoso generalizar ciertos tratamientos.

Como se observa aún quedan puntos que trabajar con respecto a la eficacia de las intervenciones psicológicas aún se deben:  a) establecer reglas específicas para determinar los estudios metodológicamente correctos, b) determinar si es adecuado tomar en cuenta mínimo dos estudios controlados, c) tomar en cuenta la significación clínica (clientes mejorados)  y d) exigir datos de seguimiento. Todo esto para contribuir a la mejora de las guías ya existentes (López Bados, García Grau y Fúste Escolano, 2002).

Con respecto a la efectividad de las intervenciones psicológicas, es decir que tanto funcionan éstas y de acuerdo con las investigaciones, menos del 25% de las personas con trastornos psicológicos recibe terapia psicológica; de los que la buscan, un 25-40% no acepta el tratamiento propuesto o no se presenta a la primera sesión de terapia (Garfield, 1994). Alrededor del 65-80% de los pacientes abandona el tratamiento antes de la décima sesión (aunque un 25-33% de estos dice abandonar por haber mejorado) (Echeburúa, Salaberría, De Corral y Polo-López, 2010). Alrededor del 70% cree que la duración del tratamiento será de 10 visitas o menos y aproximadamente el 50% espera que la duración será de 5 visitas o menos. Asimismo, diversos estudios indican que los clientes desean terapias que les ayuden a solucionar problemas concretos. Sin embargo, en general, los terapeutas tienen una clara preferencia por llevar a cabo intervenciones más largas y orientadas a conseguir cambios en la personalidad.

Estos datos hacen evidente la dificultad de definir la eficacia de las terapias pues influyen muchas variables y quizá, para cada caso, tenga una definición distinta la efectividad. Así, se pueden definir los criterios de éxito de las intervenciones psicológicas conjuntando el concepto de eficacia, efectividad y eficiencia (Figura 1).

Figura 1. Éxito en la terapia psicológica.


Con los datos aportados se puede concluir que la psicología basada en evidencia, puede ser una buena opción para ayudar a tomar decisiones con respecto al tipo de intervención psicológica que elegir y los criterios que nos pueden guiar para identificar las malas prácticas. Sin embargo, aún está en desarrollo por lo que quedan muchas dudas por resolver, aunque está por un buen camino.

Parte de las variables que deben considerarse en la psicología basada en evidencia es el rendimiento de los terapeutas con una misma terapia, variación de la gravedad de los pacientes con un mismo diagnóstico y los distintos tipos de tratamiento (Bados, etal 2002, Becoña, 1999, Echeburúa y Corral, 2001). De aquí el hecho de que no sea una tarea sencilla.

En la práctica se observa una limitación aún más compleja de resolver, pues se utilizan con mayor frecuencia las terapias no validadas empíricamente, es decir, los terapeutas siguen prefiriendo confiar en su juicio clínico aunque no exista evidencia científica que lo respalde, lo que trae como consecuencia un desfase entre los avances hasta el momento y lo que se lleva a la práctica (Echeburúa, Salaberría, De Corral y Polo-López, 2010).

Por otra parte la difusión de los avances está ligada a tres factores principales, la innovación, canales de comunicación y transcurso del tiempo (Echeburúa, Salaberría, De Corral y Polo-López, 2010). Pese a estos criterios y la situación actual, para contribuir a dar respuesta a las interrogantes planteadas al inicio resulta una herramienta básica la investigación, difundirla, compararla y también fomentar  estas habilidades en las nuevas generaciones de psicólogos. Lo anterior permitirá para contribuir al desarrollo y fortalecimiento de la psicología. 

Así hasta el momento los avances, se han limitado a las revistas científicas y no han llegado a los sectores profesionales implicados (Echeburúa, 1998), de igual forma, no se han reflejado en la práctica clínica habitual en los contenidos formativos de los programas de psicología clínica.

Por lo que resulta necesario fomentar la psicoterapia basada en evidencia, así como generar evidencia para los trastornos y enfoques que carecen de ella, todo esto para mejorar la práctica clínica y así favorecer a la toma de decisión sobre elegir o no, una terapia psicológica.

Referencias 

ResearchBlogging.org
Becoña, E. (1999). La discrepancia entre la investigación y la práctica clínica en la terapia de conducta Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 4,71-103

Echeburúa, E. (1998). ¿Qué terapias psicológicas son eficaces? Un reto ante el 2000. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 3, 149-160.

Echeburúa, E. y Corral, P. (2001). Eficacia de las terapias psicológicas: de la investigación a la práctica clínica. Revista Internacional de Psicología Clínica y de la Salud/International Journal of Clinical and Helth Psychology, 1, 181-204.

Echeburúa, E., Salaberría, K., De Corral, P., & Polo-López, R. (Noviembre de 2010). Terapias psicológicas basadas en la evidencia: Limitaciones y retos de futuro. Revista Argentina de Clínica Psicológica, XIX, 247-256.

Garfield, S.L. (1994). Research on client variables in psychotherapy. En A.E. Bergin y S.L. Garfield (eds.), Handbook of psychotherapy and behavior change (4ª ed.) (pp. 190-228). Nueva York: Wiley.

Hamilton, K.E. y Dobson, K.S. (2001). Empirically supported treatments in psychology: Implications for international promotion and dissemination. Revista Internacional de Psicología Clínica y de la Salud/International Journal of Clinical and Health Psychology, 1, 35-5.

Labrador, F.J., Echeburúa, E. y Becoña, E. (2000). Guía para la elección de tratamientos psicológicos efectivos. Madrid: Dykinson.

López Bados, A., García Grau, E., & Fúste Escolano, A. (2002). Eficacia y utilidad clínica de la terapia psicológica. Revista Internacional de Psicología Clínica y de la salud, 2(3), 4447-502.

Matt, G.E. y Navarro, A.M. (1997). What meta-analysis have and have not taught us about psychotherapy effects: A review and future directions. Clinical Psychology Review, 17, 1- 32.

Psicología, A. A. (2012). Resolution on the Recognition of Psychotherapy Effectiveness. Estados Unidos.


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