Por Unknown sábado, 21 de febrero de 2015


El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia  (UNICEF, 2002) señala que en el mundo hay 1.200 millones de jóvenes de entre 10 y 19 años de edad, la mayor generación de adolescentes de la historia. Muchos de ellos llevan las riendas de un hogar, cuidan de hermanos pequeños y de progenitores enfermos, educan a sus compañeros sobre los desafíos de la vida y la mejor manera de protegerse frente a las enfermedades, entre ellas el SIDA, y sobre las conductas peligrosas.

Sin embargo, existen jóvenes que encuentra en los actos antisociales y delictivos, la forma de expresarse y resolver fácilmente situaciones familiares desventajosas. En este sentido se detecta que  la falta de políticas públicas, la creciente descomposición social, la pobreza, la falta de oportunidades y la pérdida de la comunicación familiar, ponen en riesgo a los jóvenes, pues aunado a la etapa de desarrollo que atraviesan, en la que la búsqueda de la autoridad y el desafío a la autoridad los hace propensos a cometer delitos a temprana edad (Barraza Pérez, 2008).

Algunos adolescentes pueden realizar conductas antisociales que consisten en actos que violan la ley y que implican infracciones que pueden ir desde crímenes, asaltos, robos, hasta fechorías graves como vagancia, intoxicación y conductas que son ilegales en función del adolescente, como comprar alcohol y fugaz del hogar (Alcántara Nogal, 2001). Por lo que el mayor peligro es que la delincuencia juvenil, se convierta en un modo de vida para los jóvenes que no encuentran otras alternativas  en el medio donde se desenvuelven.

Rodríguez-Manzanera (2004), propone que en la delincuencia juvenil pueden encontrarse toda una gama de la criminalidad, desde el pequeño robo hasta el homicidio agravado, pues en dicha etapa del desarrollo sobre todo en la adolescencia, ya se tiene la fuerza para cometer delitos contra las personas (lesiones, homicidios) y la capacidad para los delitos sexuales (violación y estupro). Sin embargo  recalca, que el adolescente es  influenciable y que su deseo de libertar y prepotencia, lo pueden llevar a cometer actividades  antisociales. La criminalidad en menores en general se comete en grupo, la diferencia de estar en un grupo o actuar solo, tiene que ver con la motivación del delito y la naturaleza del mismo.

Una de las temáticas importantes en cuanto a los actos antisociales entre jóvenes, tiene que ver con las bandas juveniles y las pandillas. Para entender este tema, resulta importante aclarar la diferencia y relación entre estos temas.

Según Perea Restrepo (2007) las diferencias entre pandillas y bandas son las siguientes:


Banda Juvenil


Representa un modelo de sociabilidad que organiza el espacio y el tiempo de la vida cotidiana, es percibida por sus miembros, como una segunda familia o escuela de vida. Con respecto a las personas que conviven con los chicos banda, esta es tomada en cuenta por las organizaciones populares, las corporaciones del gobierno, los medios de comunicación y por el mercado (Feixa Pàmpols, 2012; Ibañez Peinado, 2012).

Se ubican principalmente en la periferia de las grandes ciudades y mantiene vínculos profundos con el territorio, cuya defensa es el motivo de conflictos endémicos con otras bandas (Feixa Pàmpols, 2012). Los lugares de preferente formación y actuación, son los barrios menos favorecidos, en los que falta el trabajo, el absentismo escolar, la escasa vigilancia tanto de los padres como de las diferentes instituciones sociales, municipales, provinciales, comunitarias o estáteles; dichas condiciones, hacen que se encuentren los pares de iguales y su ociosidad sin límites les predispone, inclina o incitan a la violencia y a la delincuencia (Ibañez Peinado, 2012).

Pandillas


Es un fenómeno social nacional e internacional, pero más que eso, producto del hacinamiento humano que se presenta generalmente en las grandes ciudades, generando condiciones para su surgimiento, proliferación y sostenimiento (Barraza Pérez, 2008).

Anteriormente, se mencionó que una de las diferencias entre una pandilla y una banda juvenil, tiene relación con la norma jurídica. En México, el Código Penal Federal (2014), en el Titulo Cuarto, Capítulo IV Artículo 164Bis indica: Se entiende por pandilla, para los efectos de esta disposición, la reunión habitual, ocasional o transitoria, de tres o más personas que sin estar organizadas con fines delictuosos, cometen en común algún delito” y en el 164 señala: “Al que forme parte de una asociación o banda de tres o más personas con propósito de delinquir, se le impondrá prisión de cinco a diez años y de cien a trescientos días multa (H. Congreso de la Unión, 2014).

Al igual que las bandas juveniles, las pandillas se presentan en contextos socioeconómicos bajos, en los que la pobreza extrema es un factor decisivo que propicia que los jóvenes delincan y se unan a este tipo de agrupaciones. Por lo general en las familias de los jóvenes pandilleros se presentan drogadicción, alcoholismo y delincuencia. Se encuentran marcados por violencia, falta de comunicación, escasa vigilancia y disciplina (Mejía Navarrete, 2001).


La pobreza es una situación social que se convierte en un detonante importante en las familias y en la vida de los niños y jóvenes que la padecen, pues los niños que son maltratados y explotados por sus familias, cuyas edades van de los 7 a los 12 años, no tiene posibilidades de realizar algún oficio y toman la calle como su alternativa, en la que se encuentran con otros similares a ellos que los inducen al consumo, tráfico de drogas, planear robos, asaltos y dar inicio a prematuras prácticas sexuales Por lo tanto, una característica predominante del menor infractor mexicano es sin duda la segregación originada por la pobreza.

Otro factor importante a considerar es el relacionado al gobierno y las instituciones, pues el tratamiento inadecuado del problema de la delincuencia juvenil y el pandillerismo, la falta de políticas para la juventud (Barraza Pérez, 2008) y la falta de oportunidades educativas y laborales, provocan que el adolescente que se encuentra en barrios y colonias que presentan necesidades, busque en las pandillas ya conformadas, apoyo y protección, que les permitan sobrevivir en un entorno social marcado por la carencia.

En las pandillas se observan las características de los grupos primarios: lealtad, sacrificio por los otros miembros del grupo, pero sobre todo respeto por las reglas establecidas, se castiga a quien las quebranta, incluso con la muerte. El miembro de la pandilla está casi completamente controlado por la fuerza de la opinión del grupo (Trasher, 1960, en Mateo, C. y González, C, 1998).

Por lo tanto, la adscripción a las pandillas no está directamente relacionada con la pretensión de obtener un beneficio económico, más bien los jóvenes declaran satisfacer en la pandilla necesidades personales que dejaron descubiertas sus familias, como el reconocimiento y la autonomía. La lucha entre las pandillas por controlar y dominar los territorios, cuya dinámica de control y de reunión no suele ser oculta; al contrario, las pandillas suelen apropiarse de espacios abiertos y visibles a todos los que conviven en él. Esta visibilidad forma parte del control que desean demostrar y que en muchos casos ciertamente tienen sobre el territorio y sus habitantes (Rodríguez Bolaños y Sanabria León, 2007).

En algunos jóvenes, la pertenencia a la pandilla y la delincuencia es algo transitorio, utilizado para llamar la atención a falta de autodominio, mientras que para otros se convierte en norma de vida. Cuanto más joven sea el delincuente, más probabilidades, habrá de que reincida, y los reincidentes, a su vez, son quienes tienen más probabilidades de convertirse en delincuentes adultos. (Jiménez Ornelas, 2005; Ibañez Peinado, 2012).

El tema del pandillerismo y las bandas juveniles, resulta interesante en muchos niveles, pues permite conocer y explorar la realidad social en la que viven ciertos sectores de la población, identificando los factores presentes en ella, que pueden ocasionar la génesis de problemas sociales y de seguridad pública. La delincuencia juvenil, las bandas y el pandillerismo, no son fenómenos nuevos, sin embargo, la complejidad de su estudio va más allá de la identificación de los factores involucrados en su dinámica y las características particulares de los jóvenes involucrados en ellos.



Al identificar los compontes y el perfil del delincuente juvenil, podemos comprender  mejor la necesidad de agrupación que presenta, ya sea por la etapa de desarrollo o por otros factores de riesgo presentes en su contexto. Lo cual resulta importante al momento de describir a la banda juvenil (delictiva o no delictiva) y/o pandilla a la que puede llegar a unirse. Otro aspecto importante es la diferenciación entre la banda y la pandilla, que si bien tienen muchos aspectos en común (como el territorio, la estructura y las zonas donde se desenvuelven), están diferenciados por características muy claras como son la tipificación legal y las actividades delictivas, así como el grado y frecuencia de las mismas.

Resulta importante destacar que el hecho de que un joven forma parte de la una banda o pandilla, no es necesariamente el predictor de su conducta delictiva adulta, pues algunos autores señalan que muchos de los jóvenes que forman parte de las bandas o pandillas, se alejan de ellas a medida que van creciendo y pueden ser capaces de adaptarse a las normas sociales, que como adolescente rechazaba. Uno de los peligros más importantes asociados a la edad de los miembros de la padilla, es la prevalencia de hombres o mujeres adultos que comienza a dirigir a jóvenes con estructuras familiares y sociales pobres, convirtiéndolos en una población vulnerable a ser manipulada.

Los programas de intervención diseñados por el gobierno o particulares, deberá considerar el origen multifactorial de este fenómeno social, como es la condición economía, las oportunidades de escuela y trabajo, las condiciones de rezago, la violencia interfamiliar, los aspectos psicológicos del adolescente y los individuales, las adicciones y las falta de espacios institucionales y físicos, que fomenten actitudes, creencias y valores en la población vulnerable, que se encuentra en peligro de unirse a una pandilla por su propia voluntad o en contra de la misma.

Referencias


ResearchBlogging.org Jiménez Ornelas, R. (2005). La delincuencia juvenil: fenómeno de la sociedad actual Papeles de Población, 11 (43), 215-261

Mateo, C., & González, C (1998). Bandas juveniles: violencia y moda Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 4 (1), 229-247

Mejía Navarrete, J. (2001). Factores sociales que explican el pandillerismo juvenil Sociología, 9, 129-148

Alcántara Nogal, E. (2001). Menores con Conducta Antisocial. México: Porrúa. 2014código penal federal .http://info4.juridicas.unam.mx/ijure/tcfed/8.htm?s

Barraza Pérez, R. (2008). Delincuencia juvenil y pandillerismo. México: Porrúa.

Feixa Pàmpols, C. (2012). De jóvenes, bandas y tribus. (5a ed.). España: Planeta

Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. (2002). Adolescencia una etapa fundamental. UNICEF. Recuperado de: http://www.unicef.org/spanish/publications/files/pub_adolescence_sp.pdf

Ibañez Peinado, J. (2012). Psicología e investigación criminal. La delincuencia especial. España: Dykinson, S.L.

México. Código Penal Federal. H. Congreso de la Unión, Cámara de Diputados. 14 de Julio de 2014. Recuperado de: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/9_140714.pdf

Perea Restrepo, C. (2007). Con el diablo dentro. Pandillas, tiempo paralelo y poder. México: Siglo XXI

Rodríguez Manzanera, L. (2004). Criminalidad de Menores. México: Porrúa.

Rodríguez Bolaños, J y Sanabria Leon, J. (2007). Maras y Pandillas, Comunidad y Policía en Centroamérica. Costa Rica: Demoscopia.

Rodríguez Manzanera, L. (2004). Penología. México: Porrúa.

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