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¿Sirven los refugios para mujeres que viven violencia?
Imagina que eres mujer y que el lugar donde crees deberías estar a salvo (tu hogar) es donde más vulnerable te sientes. No tienes a dónde ir porque sabes te van a encontrar; tienes miedo, no solo por ti sino también por tus hijos e hijas, te sientes sola. Te vinculas con asociaciones civiles y autoridades competentes y te mandan a un refugio, pero ¿qué es un refugio? Un refugio es un lugar que tiene la finalidad de proveer un espacio seguro a las mujeres que viven violencia, y prevenir futuros actos de violencia. Estos surgen como política pública resultado de la firma de Tratados Internacionales como la CEDAW (Convención sobre la Eliminación de todas formas de Discriminación contra la Mujer).
Si bien los beneficios de estos refugios y de los programas que permiten su existencia son evidentes para la mayoría de la población, la realidad es que hay grupos de personas (y en la actualidad van aumentando), que cuestionan su utilidad e incluso, la necesidad de que sean financiados con recursos del Estado. Muchos de sus alegatos, son mencionados de manera breve en un artículo relativamente antiguo de Weiner (1991) donde menciona que el financiamiento gubernamental para los refugios genera dependencia al gobierno, pérdida de autonomía, bajo involucramiento por parte del gobierno, captación de votos, burocracia, entre otros.
¿Y dónde quedó la evidencia?
Aunque el artículo de Weiner es una lectura coherente y propicia una reflexión interesante, no hay que olvidar que, lamentablemente, es una opinión. Su artículo no presenta estudios empíricos, o al menos no de una manera sistematizada, que permita apreciar que sus afirmaciones son ciertas. Esto es importante, porque cuando se toman decisiones sobre políticas que afecta el bienestar social, las opiniones tienen poca utilidad, y lo importante son los hechos. A nivel científico y práctico, los artículos de opinión (como el de Weiner) tiene poco que ofrecer en la solución de problemáticas como las que aquí se discuten. La alternativa a los artículos de opinión son las revisiones sistemáticas y los meta-análisis. En términos generales, una revisión sistemática es un tipo de estudio científico que buscar resumir varias investigaciones sobre un mismo tema para identificar consistencias en los resultados. Éstas pueden o no incluir un meta-análisis, el cual se caracteriza por ser un tipo de revisión sistemática que incluye análisis estadísticos de los análisis estadísticos de los estudios originales, lo que permite generalizar los resultados.Gracias a los meta-análisis y revisiones sistemáticas hemos tenido grandes avances en política pública, salud pública o seguridad pública. Un ejemplo clásico (y desafortunado) de porqué no creer tanto en “opiniones de expertos” y sí en los meta-análisis, es el caso del pediatra Benjamín Spock. En la década de los 50, en su libro “Cuidado del Bebé y el Infante” (Baby and Child Care), que vendió más de 50 millones de copias entre 1950 y 1990, mencionaba que: “es preferible acostumbrar a los bebés a dormir boca abajo desde el inicio”. Durante el mismo periodo (1950 a 1990) más de 100,000 muertes de infantes fueron registradas debido al Síndrome de Muerte Súbita Infantil (SMSI). A finales de ese período (en 1991), un par de investigadores que buscaban prevenir el SMSI realizaron un meta-análisis de sus factores de riesgo, en el cual encontraron que el SMSI disminuye hasta en un 50% cuando a los bebés se les acuesta boca arriba (Beal y Finch, 1991), contrario a lo que el “experto” Dr. Spock recomendó 40 años antes. A partir de esto, se crearon programas de política pública que recomendaban a los padres de recién nacidos dormir a sus hijos boca arriba. De esta forma la mortalidad por SMSI disminuyó.
Es por esto que me permitirán dudar de las razones que se brindan desde la “opinión de expertos” del porqué los refugios para mujeres que viven violencia no deben tener financiamiento público. Si entendemos la violencia como un problema de salud pública o incluso, como un problema de seguridad pública, es deber del estado realizar esfuerzos que permitan resolver este problema. Dicho esto, quizás la pregunta correcta sería: ¿Existe evidencia de que los refugios para mujeres que viven violencia ayudan a atender el problema de la violencia de pareja? Porque si no existe tal evidencia, entonces tendría todo el sentido recortar o disminuir el financiamiento a programas que no muestren su efectividad. Ante esto, no queda más que revisar las revisiones sistemáticas y meta-análisis que existen al respecto.
La evidencia sobre los refugios para mujeres
En una revisión sistemática realizada por el Proyecto de Evidencia para la Violencia Doméstica (Domestic Violence Evidence Project), se revisaron 17 investigaciones que evaluaban los efectos en las usuarias del servicio, sobre el haber residido en un refugio para mujeres víctimas de violencia. Más allá de que todos los estudios mostraron altos porcentajes de satisfacción, el estudio se encargó de hacer énfasis en resultados más relevantes como el sentirse seguras, tener más estrategias para protegerse, la mejora de la autoestima, la disminución de la depresión, el conocer más sobre recursos disponibles, conocer a otras mujeres que viven o vivieron esa situación y que ofrecen apoyo social a las víctimas, así como el salir de la relación de abuso. La gran mayoría de estos estudios señaló un efecto positivo en todas estas variables en las mujeres que viven violencia que usaron los refugios; aunque también se identificaron algunos efectos negativos, como un pequeño porcentaje de usuarias que declararon que la violencia aumentó (menos del 10%), y, la principal queja sobre los refugios fue la falta de privacidad en los espacios. Por otro lado, no solo se encontraron efectos positivos para las mujeres, sino que también se observaron beneficios en sus hijos e hijas al aumentar su bienestar y mejorar sus estilos de afrontamiento, pues se ha asociado a una disminución de conductas agresivas para resolver problemas o situaciones conflictivas en las hijas e hijos. En gran parte es posible que estos beneficios se deban al apoyo que prestaba el staff, pues las usuarias reportaban sentirse escuchadas, no juzgadas, y se les daba atención terapéutica y asistencial. Además, estos resultados fueron consistentes en varios países como Canadá, Estados Unidos o Israel (Sullivan, 2012).
Por su parte, otros estudios señalan que estos programas suelen ayudar a desarrollar una serie de actividades que favorecen el desarrollo de competencias, conocimientos y habilidades para lidiar con las situaciones de violencia en casa, tales como el proveer información, crear un plan de seguridad, desarrollar habilidades de autocuidado, generar un ambiente de empatía, apoyo y respeto, ofrecer consejería, incrementar el acceso a recursos y oportunidades en la comunidad (como el empleo), e incrementar el apoyo social y comunitario (Sullivan, 2018). Si bien, diversos programas para el apoyo de mujeres que viven violencia utilizan algunas o casi todas las actividades mencionadas, los refugios son especialmente importante para aquellas mujeres que no pueden acudir a otros lugares de apoyo, ya sea porque los desconocen, o bien porque no tienen los recursos para acceder a ellos (Sullivan, 2012).
En conclusión…
Así que en general, la evidencia señala los efectos positivos que tienen los refugios para mujeres que viven violencia. Beneficios que van desde el salir de la relación violentada, hasta efectos positivos en su salud mental. Además, los beneficios también se impactan en sus hijos e hijas, y los resultados parecen ser extrapolables, pues se han encontrado resultados similares en diversos países. Tomando en cuenta su efectividad, y considerando a la violencia como un problema de salud y seguridad pública, no solo es ético que el gobierno provee financiamiento para ello, sino que podríamos decir que no hacerlo es totalmente irracional e irresponsable. Es necesario que las decisiones sobre el mantener o retirar el financiamiento gubernamental hacia esta tipo de programas estén fundamentadas en la mejor evidencia disponible, asegurando de esta manera, la adecuada utilización de los recursos públicos y los mejores resultados posibles para el bienestar de las mujeres que viven violencia.Referencias

Jonker, I. E., Sijbrandij, M., Van Luijtelaar, M. J., Cuijpers, P., & Wolf, J. R. (2014). The effectiveness of interventions during and after residence in women’s shelters: A meta-analysis. The European Journal of Public Health, 25(1), 15-19.
Sullivan, C. M. (2012). Domestic violence shelter services: A review of the empirical evidence. Harrisburg, PA: National Resource Center on Domestic Violence.
Sullivan, C. M. (2018). Understanding how domestic violence support services promote survivor well-being: a conceptual model. Journal of family violence, 33(2), 123-131.
Weiner, M. H. (1990). From dollars to sense: a critique of government funding for the battered women's shelter movement. Law & Inequality, 9, 185-277.
jueves, 7 de marzo de 2019
Por Julio Vega
¿Podemos predecir el suicidio?
Según la Organización Mundial de la Salud, entre las principales causas de muerte de las personas de 15 a 29 años, el suicidio ocupa el segundo lugar a nivel mundial. Al año, ocurren aproximadamente 800,000 suicidios, lo que correspondería a un suicidio cada 40 segundos. Si bien, México no es uno de los países que ocupan los primeros lugares a nivel internacional (como Rusia, India o Venezuela), lo cierto es que el estado donde vivo (Yucatán), ocupa uno de los primeros lugares a nivel nacional. Para ilustrar mejor esta situación, me tomé la libertad de descargar las estadísticas de suicidio en México de 2016 por cada entidad federativa, y dividirlo por la cantidad de habitantes por cada estado, para calcular la tasa de suicidio por cada 100,000 habitantes. El mapa de abajo, ilustra como claramente Yucatán, junto con la península en general, y estados como Chihuahua o Aguascalientes, ocupan los primeros lugares a nivel nacional.
Sin duda la problemática anterior nos plantea las dudas de: ¿Qué podemos hacer para prevenir el suicidio? ¿Cómo podemos intervenir mejor? ¿Acaso podemos predecirlo como podemos hacerlo con otras formas de violencia? Esta entrada nos ayudará a responder un poco estas preguntas, haciendo especial énfasis en la última a partir de una investigación publicada en la revista Nature que llamó mi atención.
¿Podemos prevenir el suicidio?
Para aquellos que me conozcan en persona, sabrán que soy un apasionado de la psicología, educación, medicina y política pública basada en evidencia. El descriptor “basado en evidencia”, hace referencia a prácticas, metodologías, estrategias y técnicas, que a partir de rigurosas y diversas investigaciones científicas, se han demostrado como válidas y útiles para resolver las problemáticas para las que fueron diseñadas. Así pues, en el ámbito de la prevención del suicidio, lo cierto es que hay varias metodologías basadas en evidencia.
En 2005, John Mann y su equipo de investigadores publicaron en la Revista de la Asociación Americana de Medicina (JAMA), un artículo que revisaba todas las prácticas de prevención de suicidio, y qué tanta evidencia sustentaba la efectividad de cada una de ellas. Encontraron, por ejemplo, que las intervenciones enfocadas en alertar del suicidio y su prevención al público en general, carecían de investigaciones que evaluaran su efectividad; pero que intervenciones enfocadas a capacitar a gente en profesiones estratégicas (como médicos, consejeros o trabajadores sociales), disminuían la prevalencia de suicidios hasta en un 40%.
Sin duda, una de las estrategias más utilizadas y cuya mayor efectividad han demostrado de forma consistente según Mann y sus colaboradores, es la restricción de medios letales para cometer suicidios. Esta estrategia se basa en el principio de que, al no disponer de medios y herramientas para llevar a cabo el suicidio en momentos impulsivos, disminuye la probabilidad de los intentos y consumación de suicidios. Por ejemplo, algunos países que aprobaron legislaciones para el control de armas disminuyeron las tasas de suicidios por arma de fuego hasta en un 9.5%. De igual forma, en Inglaterra y Suiza, la tasa de suicidios por inhalación de gas disminuyó entre un 20 y 33% luego que se implementara un plan nacional para la desintoxicación del gas doméstico que se proveía a los hogares.
Desafortunadamente, este método no es 100% eficiente, pues se ha observado que luego de este tipo de intervenciones, otras formas de suicidio aumentan debido a que los individuos buscan otras alternativas. Además, la restricción de medios no funciona para disminuir los suicidios realizados por ahorcamiento, debido a que los medios para realizar están presentes en todos lados. Esto último es especialmente relevante en Yucatán, pues la principal causa de suicidios es por este medio. Tal como pueden ver en la gráfica de abajo, casi el 90% de los suicidios en el estado fue debido a ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación. Y entonces, ¿Qué podemos hacer en estos casos? ¿Hay alguna forma de que podamos predecir el suicidio?
¿Podemos predecir el suicidio?
Si podemos conocer la probabilidad de que suceda un evento, entonces podemos actuar antes de que suceda. Y cuando hablamos de predicciones, sin duda tendríamos que hablar de técnicas de investigación que requieran diseños longitudinales; es decir, técnicas que recolecten datos por un periodo prolongado de tiempo, para identificar cuándo suceden los eventos, y qué situaciones estaban presentes en el momento que ocurrieron.
Bueno, pues intente hacer eso con el registro de suicidios realizados por la Secretaría de Salud y que amablemente el INEGI provee de forma gratuita desde su página web. Para realizar esto, descargué la base de datos de suicidios en Yucatán de 1990 hasta 2016, y realicé un poco de modelamiento estadístico para poder predecir las tendencias de suicidio en Yucatán. No me adentraré en los aspectos técnicos y estadísticos que realicé para llegar a los resultados, esto pueden consultarlo detalladamente en mi blog sin ningún problema. Pero lo que hice a grandes rasgos, es que utilicé los datos de 1990 a 2015 para entrenar un modelo estadístico para predecir las tendencias de 2016, y posteriormente contrasté el modelo obtenido con los datos reales de 2016. El resultado, pueden apreciarlo en el gráfico de abajo, donde en azul, pueden apreciar el rango de predicciones del modelo, y la línea punteada de negro, las tasas de suicidios reales ocurridas en 2016.
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Evaluaución de las predicciones del Suicidios en Yucatán para 2016 |
Tal como pueden apreciar, el modelo presenta algunas elevaciones en los meses intermedios de 2016. Esto no es extraño, pues cuando realizaba el modelo, los estadísticos obtenidos me indicaban la presencia de ciclos, es decir, tendencias que se repetían cada determinado tiempo. En este caso, ciclos anuales. Para explorar más detalladamente esto, promedié las tendencias que ocurrieron cada mes, durante los 26 años analizados. Y lo que obtuve, lo pueden apreciar en la gráfica siguiente:
Este gráfico nos enseña, que al menos en Yucatán, los suicidios parecen aumentar en los meses cercanos o posteriores al verano, con tendencias especialmente altas en meses como abril o agosto. Esto no es de sorprender, este mismo análisis lo hice en 2016 para unos proyectos, y ciertamente durante 2017, observé más reportes periodísticos sobre suicidios ocurridos en los meses de verano. Lo anterior sin duda, nos señala que la implementación de programas o atención a personas en riesgo debe tener una mayor importancia durante estos meses.
Si bien podemos entonces predecir las tendencias de suicidios, existe un gran problema: lo anterior son tendencias estatales, ¿Cómo podemos traducir esta información a nivel del individuo? ¿Cómo podemos saber quienes están en riesgo? ¿Qué características tienen estas personas? Y es entonces cuando la situación se pone difícil. Verán, la investigación sobre predicción de suicidio es un poco complicada. Estuve buscando investigaciones donde se utilicen las técnicas apropiadas para analizar los datos de las personas en riesgo. Una de las metodologías más lógicas es identificar a personas con intentos suicidas, y darles seguimiento por un periodo de tiempo, para después comparar las características de aquellas que consumaron un suicidio durante el seguimiento, contra aquellos que no. Y una de las metodologías propuestas, es el uso de una técnica llamada “Análisis de Supervivencia” (Leon et al., 1990).
El análisis de supervivencia es una técnica estadística que analiza el tiempo que transcurre hasta que sucede un evento; en este caso, desde que se dio un intento de suicidio, hasta la consumación de éste. Su nombre, nace de las ciencias médicas que analizaban el tiempo que transcurre desde que se da un diagnóstico (como cáncer, por ejemplo) o se realiza una operación, hasta que el paciente muere. Andrew Leon y sus colaboradores (junto con John Mann, por cierto), fue uno de los primeros grupos de investigación que propusieron la técnica para el análisis del suicidio en 1990. Ellos encontraron que los intentos de suicidios previos predicen los futuros. Por ejemplo, encontraron que aquellos pacientes que habían tenido 2 o más intento de suicidio previo, tenían un menor tiempo de supervivencia. La mitad de estos pacientes consumaban el suicidio a los 6 meses, mientras que la mitad de aquellos que tenían menos de 2 intentos, consumaban el suicidio a los 2.5 años aproximadamente. Nordström, Samuelsson y Åsberg, realizaron un trabajo similar en 1995, pero analizando el sexo y la edad como factores predictivos. Encontraron que los hombres jóvenes, son los que tienen un mayor riesgo, y que el riesgo de consumar un suicidio es particularmente alto durante el primer año posterior a un intento.
Pero sin duda, uno de los trabajos que más información ha aportado y analizado es el estudio de Christiansen y Jensen de 2007. Siguiendo una metodología similar, analizaron varios factores de riesgo. Encontraron, por ejemplo, que la edad, repetir intentos de suicidio, o realizar intentos de suicidio por medios violentos (como el saltar de lugares altos o colocarse frente autopistas), son los predictores significativos para consumar el suicidio. Y, contrario a la creencia popular, aspectos asociados a la salud mental, no estuvieron significativamente asociados con la consumación del suicidio.
La neurociencia en el estudio del suicidio
A pesar de que los estudios han encontrado factores de riesgo que están asociados a la muerte por suicidio en el futuro, lo cierto es que las tasas de predicción no son tan buenas como quisiéramos. ¿Qué pasaría si les dijera que se puede clasificar a los individuos que han cometido intentos de suicidios y los que no con un 94% de exactitud? Bueno, pues eso es lo que logró hacer un equipo de investigadores el año pasado.
Marcel Just y su equipo de investigación (2017), publicaron el año pasado en la sección de human behavior de la revista Nature, una investigación donde utiliza neuroimagen y machine learning para clasificar y discriminar a sujetos que tienen ideaciones suicidas y tuvieron un intento de suicidio de aquellos que no realizaron el intento. La investigación realizada es bastante sencilla y elegante en realidad. La técnica que utilizaron se basa en el principio de que ciertos conceptos tienen una “huella” o representación mental única en la activación de diversas zonas del cerebro. Por ejemplo, ante una imagen de una cuchara, el cerebro activará las zonas asociadas a la manipulación de objetos (área motora) pero también las zonas asociadas al gusto (como el giro frontal anterior). En contraste, ante el concepto de “Casa”, se activarán zonas asociadas al concepto de refugio o lugares físicos (como las áreas parietales y parahipocámpicas). A partir del principio anterior, los investigadores expusieron a una muestra de 34 sujetos a palabras con contenido relacionado al suicidio (como “muerte”, “crueldad”, “problemas”, “bien”, etc.) mientras eran observados a través de técnicas de imagen cerebral. Su hipótesis, consistió en que las regiones del cerebro que se activan al leer las palabras iban a ser diferentes en personas con ideaciones suicidas versus los que no; y entre los mismos que tuvieran ideaciones, se iba a poder clasificar entre aquellos que realizaron un intento de suicidio de aquellos que no.
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Resultados del estudio de Just et al., (2017). |
Tal como se observa en la imagen anterior, su hipótesis fue correcta. Tras controlar otras variables como la edad y el sexo, el modelo clasificó con un 91% de exactitud entre aquellos que tuvieron ideaciones suicidas de aquellos que no (gráfica izquierda); y entre los que tuvieron ideaciones suicidas, se pudo clasificar con un 94% de exactitud a aquellos que cometieron un intento de suicidio de aquellos que no (gráfica derecha). Sin duda la técnica anterior nos deja de manifiesto la utilidad que tienen técnicas como la neuroimagen para detectar individuos en riesgo de aquellos que no. Especialmente cuando se toma en consideración que las personas en riesgo muchas veces tienden a ocultar su historial de intentos incluso cuando hablan con profesionales médicos o de la salud mental, por lo que este método podría ser una herramienta interesante para detectar de forma temprana a individuos en riesgo.
Sin embargo, es verdad que el estudio anterior tiene algunas críticas. Por ejemplo, el tamaño de muestra. Ciertamente 34 sujetos es algo que los analistas de datos considerarían una muestra considerablemente pequeña, especialmente para propósitos predictivos. Sin embargo, investigando un poco, esto si fue tomado en consideración por los investigadores en su apartado metodológico. El equipo utilizó un modelo estadístico conocido como clasificador Ingenuo de Gauss-Bayes, y que se ha utilizado exitosamente en muestras pequeñas. Sin duda un acierto, pues los modelos Bayesianos suelen dar buenos resultados con muestras pequeñas. Sin embargo, desde mi perspectiva, una clara limitación es el diseño. El estudio no hace un seguimiento de los participantes, es decir, solo considera gente que, en el pasado, tuvo o no intentos suicidas, (un diseño retrospectivo). Lo cierto es que, para predecir, los métodos retrospectivos no son los ideales, sino que lo que se recomienda, son los métodos prospectivos, como los estudios con análisis de supervivencia. No cabe duda de que es una limitación que estudios futuros tienen que tomar en consideración.
Conclusiones
Sin duda aún nos falta bastante para poder tener métodos sencillos y pragmáticos que nos permitan predecir problemáticas como el suicidio de forma efectiva. A pesar de lo anterior, es alentador que, a partir de la neurociencia, podamos brindar buenos resultados para identificar personas con ideaciones e intentos de suicidio; situación que no sucede con otros métodos tradicionales como los que se presentaron previamente. Y, aunque mucho nos falta para poder predecir y prevenir exitosamente el suicidio, la investigación actual ofrece información invaluable para crear y fomentar políticas públicas basadas en evidencia. Los métodos de prevención que han sido evaluados como exitosos, así como la identificación de tendencias que nos permitan conocer el comportamiento del fenómeno durante el tiempo, y la adecuada clasificación de los individuos en riesgo y sus características, son herramientas fundamentales para ofrecer soluciones que nos permitan atender esta problemática con una mayor probabilidad de éxito. No cabe más que recomendar seguir investigando, y difundiendo los resultados, así como buscando su aplicabilidad en la política pública de salud basada en evidencia.
Referencias

Just, M. A., Pan, L., Cherkassky, V. L., McMakin, D. L., Cha, C., Nock, M. K., & Brent, D. (2017). Machine learning of neural representations of suicide and emotion concepts identifies suicidal youth Nature Human Behaviour, 1-9 : 10.1038/s41562-017-0234-y
Leon, A. C., Friedman, R. A., Sweeney, J. A., Brown, R. P., & Mann, J. J. (1990). Statistical issues in the identification of risk factors for suicidal behavior: The application of survival analysis. Psychiatry Research, 31 (1), 99-108 : 10.1016/0165-1781(90)90112-I
Mann, J. J., Apter, A., Bertolote, J., Beautrais, A., Currier, D., Haas, A., …, & Hendin, H. (2005). Suicide Prevention Strategies: A Systematic Review JAMA, 294 (16) : 10.1001/jama.294.16.2064
Nordström, P., Samuelsson, M.,, & Åsberg, M. (1995). Survival analysis of suicide risk after attempted suicide. Acta Psychiatrica Scandinavica, 91 (5), 336-340 : 10.1111/j.1600-0447.1995.tb09791.x
viernes, 19 de enero de 2018
Por Julio Vega
Mr. Trump Usted Está Equivocado: Los Efectos De La Inmigración En La Delincuencia
Hace unas semanas estaba trabajando en una base de datos para predecir reincidencia delictiva mediante modelos de regresión de Cox. Entre las variables que me pidieron incluir se encontraba la Nacionalidad. Definamos en el caso del análisis a la nacionalidad como una variable que solo puede tomar dos valores: Nacional o Extranjero. Resulta pues, que en mi precipitado planteamiento de hipótesis asumí que ser extranjero era un factor de riesgo que pudiese incrementar la probabilidad de que un agresor reincida. Me basaba en el supuesto de que la migración aumenta la delincuencia. Pues bien, estaba totalmente equivocado. La inmigración no solo es un factor de protección, sino que disminuye hasta en un 32% la probabilidad de que el agresor reincida (al menos en mi base de datos). Estos resultados que van contra nuestra intuición no hicieron más que darme curiosidad del porqué se obtuvieron dichos resultados. Así que me di a la tarea de revisar la literatura al respecto. Y sorprendentemente, existe una vasta literatura que relaciona la inmigración con la delincuencia; toda ella muy coherente y consistente.
Y es que verán, los resultados que obtuve no fueron extraños, sino realmente es lo que se debió haber esperado en un principio. Así es. Contrario a la creencia popular, la inmigración no aumenta la delincuencia, sino al contrario, se ha visto que altas tasas de inmigración disminuyen la violencia y delincuencia. Así es estimados lectores, Donald Trump no solo dice tonterías, sino que son tonterías que no se basan en hechos verdaderos y científicamente comprobados. De hecho, en un interesante capítulo publicado en el libro “The Oxford Handbook of Ethnicity, Crime, and Migration”, Martínez y Mehlman-Orozco (2013) hacen una invaluable revisión de artículos que han concluido que la llegada de latinos (especialmente mexicanos) a los Estados Unidos durante la década de los 90 no solo ayudo a la economía americana, sino que además está asociada con la caída de índices de criminalidad en ciudades como California, Miami o Chicago. O bien, los estudios que no sostienen esta hipótesis, simplemente han concluido que no existe relación entre la inmigración de latinos y la delincuencia. Es decir, existen pocas o nulas pruebas de que los mexicanos y latinos hayan aumentado la delincuencia en EUA, al contrario, la migración de nuestros paisanos disminuyó las tasas delictivas.
Incluso estos resultados son tan consistentes, que se ha concluido lo mismo a través de diferentes metodologías, desde estudios con encuestas hasta utilizando series temporales, pasando por sofisticados modelos de regresión para controlar otras variables que pudieran influir. Incluso, se ha visto que las tasas de delincuencia en ciudades con altas concentraciones de migrantes, son estadísticamente menores comparadas con ciudades con pocos migrantes. Y el efecto va desde delitos como robo, hasta los homicidios. Este fenómeno además no solo se ha visto en ciudades de los Estados Unidos, sino que también en otros países desarrollados como Canadá o en Europa.
Pero resulta que este fenómeno también cambia a lo largo de las generaciones. En otro capítulo del mismo libro, Berardi y Bucerius (2013) señalan un efecto generacional. Resulta pues, que indudablemente se ha visto que la inmigración no solo reduce las tasas de delincuencia, sino que los inmigrantes también tienen menores antecedentes delictivos que los nativos. Sin embargo, esto solo sucede con lo que llaman los autores “migrantes de primera generación”, es decir, aquellos que son los primeros de la familia en llegar a un nuevo país. Por el contrario, los “inmigrantes de segunda generación” o bien, los hijos de los migrantes de primera generación que nacieron en el país al que sus padres migraron, presentan tasas de delincuencia muy similares a los de las personas nativas del país. Aunque técnicamente, a pesar de ser hijos de migrantes, al haber nacido en el país migrado ahora los hijos no son extranjeros, sino nativos. Pero bueno, es interesante la distinción que señalan estas investigaciones del efecto generacional.
Para concluir, tomen en cuenta los siguiente: 1) la creencia de que la migración aumenta los niveles delictivos simplemente está asociado a nuestros prejuicios y discriminación que lamentablemente tenemos hacia los extranjeros, la ciencia de hecho ha demostrado el efecto contrario: la migración disminuye las tasas delictivas; 2) llama la atención que los hijos de migrantes tengan tasas delictivas similares a las de los nativos, lo que señala como una de las posibles causas de la delincuencia el contexto sociocultural de país y no por un efecto cultural asociado a costumbres extranjeras. Y 3) Si tienen dinero, creo que sería un buen detalle enviarle ese libro al señor Trump. Quizás la ciencia pueda ayudarle a ser una mejor persona. Ahora que si no lo quieren regalar, pueden quedárselo, es un libro altamente recomendable si les gusta el tema de la delincuencia y su asociación con la raza y la migración.
Referencias

Berardi, L., & Bucerius, S. (2013). Immigrants and Their Children: Evidence on Generational Differences in Crime. Oxford Handbooks Online. : 10.1093/oxfordhb/9780199859016.013.011
sábado, 25 de julio de 2015
Por Julio Vega