Archive for marzo 2015
Violación y Relaciones de poder III: Conclusiones y mirada hacia un futuro de prevención
Nota del autor: Las conclusiones presentadas a continuación se derivan de un breve análisis del discurso en tres testimonios de víctimas de violación, para un mayor acercamiento al método y análisis de los testimonios, ponerse en contacto con la autora.
La cultura mexicana en la actualidad responsabiliza a las mujeres de los actos cometidos por los hombres hacia ellas, haciéndose evidente la relación de poder en cualquier nivel del abuso sexual. Existen víctimas con mayor riesgo de sufrir violencia, como las mujeres jóvenes, aisladas socialmente, dependientes económica y emocionalmente de sus parejas desde edades tempranas o las mujeres consumidoras de drogas o frecuentadoras de ambientes marginales, con antecedentes de maltrato. . Existen situaciones específicas, como la ruptura reciente de pareja protagonizada por la mujer o las condiciones de un divorcio conflictivo en relación con el régimen económico o la custodia y el régimen de visitas de los hijos, que propician la aparición de conductas violentas. Sin embargo estos no son los únicos factores determinantes para que una mujer tenga mayor probabilidad de ser víctima, es necesario que se conjunten varios factores, como características personales o de su rutina de vida,. Desde esta perspectiva, el único responsable de las conductas violentas hacia la mujer, es el agresor (Echeburúa, 2010:135).
Actualmente las prácticas jurídico-penales se encuentran orientadas a la denuncia, al aislamiento y en último término, al encarcelamiento masivo y prolongado de maltratadores y violadores. Esto refleja que los modelos actuales de prevención, tienen se fundamenta en el control de los fenómenos delictivos. Los autores consideran que dichas estrategias punitivistas resultan poco realistas e ineficaces. Pues pese al empleo intensivo de estas estrategias, no se ha logrado reducir ni el número de asesinatos de mujeres o las tasas de denuncia por maltrato, ni las agresiones sexuales extra o intrafamiliares.
“Prevención, es un término desgastado, más por usarlo indebidamente y retóricamente, que por hacerlo realidad mediante acciones concretas” (Echeburúa, 2010:237).
Hacer prevención significa emprender actuaciones de diversos tipos (educativas, sociales, de ayuda social y económica, de mejora urbanística), que tengan como objetivo, y que logren disminuir las agresiones contra las mujeres. Esto último es muy importante: las acciones preventivas no se identifican y se justifican por su mera intención, sino por sus resultados, que deben poder ser evaluados.
Aunque es evidente que la variable del sexo condiciona la prevalencia de los delitos y de las conductas violentas, en realidad tanto en varones como en mujeres es pequeña la proporción de personas que llevan a cabo comportamientos violentos graves y reiterados. Lo anterior quiere decir que, más allá del factor del sexo, son las características individuales las que finalmente condicionan el comportamiento violento delictivo.
Aunque la mayoría de los esfuerzos de prevención se han enfocado en las mujeres, enseñarles estrategias de autoprotección como no salir solas y a defenderse, está prevención seguirá siendo inútil para eliminar la violencia sexual, pues las mujeres seguirán siendo responsables de un acto que es cometido contra ellas y no se realizan esfuerzos para que se modifique al generador de violencia, que en la mayoría de los casos es un hombre (Tzompantzi, 2007: 61).
La prevención debería estar encaminada a una constitución de los programas de prevención que integren las relaciones de poder como eje transversal de las acciones cometidas por los agresores sexuales. Actualmente, se les da tratamiento terapéutico para tratar de encontrar como se desato su “desviación sexual”, pero solo basta con mirar los expedientes carcelarios y resulta evidente que no todos los violadores fueron víctimas de violación, de hecho muchos de ellos tenían una vida sexual dentro de los parámetros de la normalidad. Eran ciudadanos ejemplares, padres, esposos, hijos y tíos;, entonces, ¿Qué los llevó a cometer esos tipos de actos violentos en contra de otra u otras personas?. Es evidente que buscaban llenar algo que les hacía falta en sus vidas diarias, y la respuesta, bien pudo ser la necesidad de controlar y sentirse dueños de alguna situación o de que una persona hiciera lo que querían cuando ellos lo querían.
Los esfuerzos de la prevención se consideran generalmente en términos de prevención primaria, secundaria y terciaria. La prevención primaria implica esfuerzos de reducir la incidencia de un problema entre una población antes de que ocurra. La meta de la prevención secundaria, ha sido identificar servicios que ayuden a reparar el daño causado por la violación sexual. La prevención terciaria implica tentativas de reducir al mínimo el curso del problema una vez se causó el daño, que en este caso implica la identificación de la violencia sexual, los perpetradores, del control del comportamiento y su efecto, castigo y o tratamiento para los autores, por lo tanto la prevención primaria está enfocada al trabajo con hombres, la secundaria a víctimas de la violación y la terciaria a perpetradores de violación. (Wolfe y Jaffe, 2002; Funk, 2006 citado por Tzompantzi, 2007: 62)
Así la prevención resulta efectiva cuando se usan una variedad de tácticas de manera conjunta. Teniendo en cuenta que la prevención debe estar enfocada a parar la violación, esto solo es posible si se trabaja con hombres, pues el único factor de riesgo para ser victimario sexual es ser hombre, tener un pene y ocuparlo como arma para controlar y dominar a una mujer (Funk, 2006 citado por Tzompantzi, 2007: 63).
Los principales mensajes epidemiológicos, señalan que el mayor predictor para ser víctima de violación es la condición de ser mujer, mientras que el mayor predictor de ser perpetrador sexual es ser hombre, pertenecer a una cultura y/o subcultura que condona la violencia y denigra los roles femeninos.
Desde el ámbito social, la prevención puede estar enfocada a la legislación, dado que está, es una forma de prevención dirigida a la población en conjunto. El encarcelamiento de los victimarios los mantiene fuera de las calles para evitar que sigan cometiendo violaciones, pero la pregunta más importante en la legislación contra la violación es si la sanción legal desalienta la violación sexual de los hombres no convictos. La certeza de castigo es efectiva para reducir la tasa del crimen, sin embargo, la severidad del castigo no lo es. El castigo está muy lejos de ser una solución para la violación. En términos de prevención, el castigo apoya la reforma legislativa y la política para ejercer su cumplimiento y proceso legal, de tal forma que se tenga la seguridad sobre el castigo a perpetradores y delitos sexuales. El cumplimiento riguroso de las sanciones legales en contra de la violación, mostraron un sentimiento público con respecto a lo inaceptable que es la violación y en consecuencia influirá sobre las normas de comportamiento. (Swift, 1985 citado por Tzompantzi, 2007: 63).
La legislación encaminada a codificar la igualdad de las mujeres y sus derechos en los ámbitos educativo, político y social, es solo una parte de las estrategias de prevención integral para eliminar la violación. Otra estrategia puede ser el desarrollo de capacidades, estas técnicas están diseñadas para prevenir ser víctima. Tiene potencial para reducir significativamente la incidencia de victimización en ciertas poblaciones huésped.
Luchar y oponerse es reclamar para sí el poder que la mujer tiene, es un acto que las mujeres deben reproducir en todos y cada uno de los círculos de la interacción social (Switf, 1985 citado por Tzompantzi, 2007: 63).
Una propuesta para este plan de intervención, sería que se elimine el plan de estudios y prácticas educativas sexistas, que promuevan la subordinación. La prevención de la violación requiere de la intervención en las escuelas para no reproducir el sistema de opresión contra las mujeres, así como una educación no estereotipadas.
Se debe tomar en cuenta que ninguna de las estrategias antes mencionadas tendrá el éxito deseado para evitar la violación si se hace por separado. La prevención de la violación requiere cambios simultáneos en las instituciones políticas, económicas, educativas y sociales, así como un cambio de cada uno de los sujetos pertenecientes a una cultura.
Cómo cualquier otro problema social, la solución no solo depende los afectados, sino de toda la sociedad pues los problemas del otro son problemas nuestros; queda claro que comenzamos a ser éticos cuando nos responsabilizamos más por el otro que por nosotros mismos.
Referencias
Echeburúa, E. y. (2010). ¿Porqué víctima es femenino y agresor masculino? La violencia contra la pareja y las agresiones sexuales. Madrid: Psicología Pirámide.
Tzompantzi, M. (2007). La opinión de los hombres con respecto al fenómeno de la violación sexual de las mujeres. (Tesis de Licenciatura) Universidad Nacional Autónoma de México.
sábado, 28 de marzo de 2015
Por Unknown
Violación y Relaciones de poder: la violación que deja de ser un acto sexual para convertirse en un acto de poder (II)
La violación teóricamente es considerada como:
“Cualquier hecho que sobrepase los límites corporales y psicológicos de la persona. Es una acción forzada en la cual hay penetración vaginal, anal u oral del pene o cualquier otro sustituto del mismo, con carencia de consentimiento. Este tipo de violencia da como resultado un rompimiento de equilibrio físico, emocional, social y sexual del individuo (González, 1997 citado en Tzompantzi, 2007: 16)”.
La violación es un producto de las expresiones de la sociedad sexista que conceptualiza a la mujer como un ser inferior, incapaz de llevar a cabo las actividades que el patriarcado ha definido para hombres y, por ello, se le concibe como objeto sexual y blanco de violencia.
Para analizar las causas y las razones de la violencia es importante tener en cuenta los tres elementos que la conforman el agresor, la víctimas y la relación entre ambos.
Según Groth y Birnbaum (1980, citados en Tzompantzi, 2007), se distinguen tres componentes motivacionales que se pueden encontrar en la violación:
1) La violación por ira: En este tipo de violación, la sexualidad se ha vuelto un medio para expresar y descargar sentimientos. El agresor no busca satisfacción sexual, busca lastimar, castigar y humillar a su víctima, y ve a la sexualidad como arma para cometer su crimen. (Groth y Birnbaum, 1980 citados en Tzompantzi, 2007: 18)
2) La violación por poder: Su principal característica es que, el poder parece ser el factor dominante que motiva al victimario. En estos asaltos, el intento del victimario no es lastimar a la víctima sino poseerla. La sexualidad se vuelve un medio de satisfacción para los sentimientos principales de insuficiencia y sirve para expresar poder, fuerza, control, autoridad e identidad. Existe una necesidad desesperante de parte del victimario para asegurarse a sí mismo sobre su capacidad como hombre, la violación le permite sentirse fuerte, poderoso y que tiene el control sobre alguien más (Groth y Birnbaum, 1980 citados en Tzompantzi, 2007:18).
3) La violación sádica: Aquí se encuentra que, tanto la sexualidad como la violencia están fusionadas en una experiencia psicológica conocida como sadismo. La violencia se vuelve erotizada, y el victimario encuentra la deliberada e intencionada violencia sexual intensamente excitante y gratificante. En algunos casos, el victimario es un individuo que no puede alcanzar una supuesta satisfacción a menos que su víctima se resista físicamente. En casos extremos, podría matar a su víctima y mutilar su cuerpo. (Groth y Birnbaum, 1980 citados en Tzompantzi, 2007: 19).
Como se observa, en cualquiera de los tipos de violación mencionados, se encuentra inmiscuido el uso del poder como eje principal para someter y controlar. Tales comportamientos pueden adoptar cuatro modalidades básicas: las agresiones sexuales por desconocidos, las que cometen algunos individuos sobre víctimas a las que conocen, las que se producen en el marco de relación de pareja (matrimonios, parejas de hecho, novios) y las agresiones sexuales realizadas en grupo.
Las diferencias entre las modalidades antes mencionadas pueden resumirse de la siguiente manera: “1) marco relacional o de interacción en que se produce la agresión ( si existen o no conocimiento y relación previas entre la víctima y el agresor); 2) la gravedad que puede tener para la víctima de una u otra modalidad de agresión, y 3) la etiología de cada tipo de agresión sexual y el nivel de riesgo de futuras agresiones en función de las diversas categorías mencionadas (Echeburúa, 2010: 123).
La violación sexual por un conocido, guarda relación directa con los roles de género en la sociedad patriarcal, pues las normas de género para las mujeres incluyen sumisión, respeto a la autoridad masculina, dependencia, virginidad y fidelidad; en tanto que para los hombres, las normas se relacionan con el poder, control e interdependencia, no mostrar emociones, correr riesgos, recurrir a la violencia para resolver conflictos, iniciar la actividad sexual y tener relaciones con varias personas. (Schuller, 2005 citado en Tzompantzi, 2007: 21).
La agresión en el contexto de las relaciones de pareja viene condicionada y fenomenológicamente definida por la existencia de una previa relación de intimidad entre el agresor y la víctima (Echeburúa, 2010: 139). Las agresiones sexuales en grupo se tratan de un fenómeno prioritariamente urbano y correspondería a una de cada tres agresiones sexuales juveniles denunciadas. El porcentaje de episodios en que se consuma la violación cuando se trata de una agresión grupal es claramente superior (más del 80% de los casos) que cuando se trata de agresores aislados (en que la agresión se completa en torno al 50 % de las ocasiones)” (Echeburúa, 2010: 140-141).
Las relaciones de poder en el delito de Violación
“La violación no es un acto sexual sino un acto de poder, de dominación” (Pérez, 2002). Desde hace varios años atrás, la historia oficial la escriben los que tienen el poder y generan explicación de la realidad basada en su posición dominante, de esta forma, los hombres han escrito sobre las mujeres, los adultos sobre los niños, los pueblos ricos sobre los pobres, los opresores sobre los oprimidos; en este sentido, la opinión de quien no tiene poder suele ser silenciada. La historia de la agresiones sexuales es una historia de olvido y silencio, de una realidad negada tanto individual como colectivamente.
Como ya mencioné, la mayoría de los agresores sexuales condenados son varones (alrededor del 90%) y tienen como víctimas principales a mujeres jóvenes. En todos estos casos existen diferentes tipos de poder, así se puede hablar de un poder real o personal, y otro tipo de poder, que denominaremos poder sobre algo este supuesto poder es característico de los maltratadores, pero nunca suelen tenerlo tanto como quisieran. (Jayne, 2002).
El poder supuesto consiste en ganar, en llevar la razón, en dominar sobre las personas, lugares y cosas (poder de control, poder político, poder social). El poder personal es aquel que permite tomar decisiones y emprender acciones sin culpar a los demás y sin hacerlos responsables de nuestros actos, Jayne (2002) propone que la violencia es la última expresión de poder. El poder se refleja en el uso del lenguaje, quizá sea un simple capricho de este pero está ya establecido en el pensamiento general que el agresor es masculino y víctima femenino, y más curioso aún, es que el término agresor dispone de su forma femenina, sin embargo, el término víctima solo parece tener forma femenina.
La sexualidad es tomada como instrumento de poder e ira por parte de los hombres. Los hombres son los poseedores universales de las mujeres, ellos pueden y deben apropiarse sexualmente de las mujeres con el fin de demostrarse a sí mismos y a los otros hombres su virilidad. (González, 2001 citado en Tzompantzi, 2007). Bobbio (1989) habla de una interpretación relacional del poder, en la cual, por poder se debe entender como una relación entre dos sujetos, en la cual el primero obtiene del segundo un comportamiento que de otra manera no habría realizado. Lo anterior bien podría ser una definición de la violación si agregáramos el componente sexual, es por esta razón que se habla de las relaciones de poder como parte fundamental del delito de violación.
De igual forma que Bobbio propone, Haugaard (2010) y los seguidores de Weber, en especial Dahl y Lukes reafirman: el poder como dominación, en tanto que el «poder» constituye la capacidad de A para hacer que B haga algo que de otra forma no haría. El discurso del hombre que maltrata a las mujeres y las domina está direccionado hacia su propia persona. Continuamente piensa en cuanto poder tienen los demás en comparación con él y “convierte su deseo de poder en el motivo primario de su comportamiento ofensivo” (Jayne, 2002).
Pero, ¿cómo son las relaciones de poder? Tras aseverar que más de una veintena de rasgos distintivos de la relación de poder pueden encontrarse en la literatura especializada, Jiménez (2006: p. 24) alude particularmente a seis:
1. Es una relación dialéctica.
2. Es una relación probabilística.
3. Es una relación de dependencia.
4. Es una relación asimétrica.
5. Es una relación condicionada por la situación.
6. Es una relación causal.
Cuando Jiménez (2006: 24) menciona que las relaciones de poder son relaciones dialécticas, hace referencia a que “entre A y B debe existir algún tipo de interdependencia, vínculo, conexión o interacción reales”. El mismo autor, realiza esta especificación con la finalidad de excluir la posibilidad de que existan relaciones de poder entre agentes “ultraterrenos” o sobrenaturales.
Ahora bien, la interacción en las relaciones de poder deben ser, de alguna forma, acciones realizadas por los actores que ejercen el poder “provoquen” acciones en otros sobre los cuales es ejercido. Esta idea se acerca mucho a la noción de causalidad.
Foucault crea una distinción entre las relaciones de poder y las meras relaciones físicas de coacción: “la esclavitud no es una relación de poder cuando la persona está encadenada, sino justamente cuando puede desplazarse y en última instancia escapar” (1988:16). Existe cierta discusión sobre si la condición asimétrica o desigual de las relaciones de poder es absoluta o relativa, y entre sí, es inmutable o transformable.
Para Jiménez (2006: 25), “entre A y B hay una relativa desigualdad, del tipo que fuere. Lo que no excluye que, pasado el tiempo, o en otro escenario diferente, sea B el que ocupe la posición de A y sea distinta esa asimetría”. Lo que nos remite a los casos en que se argumenta que una persona que fue víctima de violación o abuso sexual durante su infancia tiene una mayor probabilidad de convertirse en agresor sexual en la edad adulta.
Referencias
Bobbio, N. (1989). Estado, Gobierno y Sociedad. México: Fondo de Cultura y Económica.
Echeburúa, E. y. (2010). ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? La violencia contra la
pareja y las agresiones sexuales. Madrid: Psicología Pirámide.
Jayne, P. (2002). Mujeres que sufren demasiado. Barcelona: Urano.
Jiménez B., F. (2006). Perspectivas teóricas y definicionales sobre el poder y la autoridad. En
Jiménez B., F. (Coord.). (2006). Psicología de las relaciones de autoridad y de poder.
Barcelona: Universitat Oberta de Catalunya.
Perez, F. (2002). Violador, un poder infame sobre las mujeres. Barcelona: Belocava.
Tzompantzi, M. (2007). La opinión de los hombres con respecto al fenómeno de la violación sexual
de las mujeres. (Tesis de Licenciatura) Universidad Nacional Autónoma de México.
sábado, 21 de marzo de 2015
Por Unknown
¿Prevenir o reprimir el delito?
Mi sugerencia de esta semana es un texto publicado en la revista electrónica de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). En mi entrada anterior comenté que era más oportuno invertir en estrategias de prevención que en las de control. En efecto, sigo pensando lo mismo, ya que en nuestro país las estrategias de represión han resultado poco efectivas en términos de reducción del delito especialmente la política criminal de “Tolerancia Cero” o en menor medida la de “Ventanas Rotas”.
La política de tolerancia cero es una línea de actuación de mano dura desarrollado en los años 90 por el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, que por cierto visitó nuestro país para capacitar en dicha política e instrumentarla en el Distrito Federal. Esta política tiene como objetivo perseguir cualquier delito “callejero” y aplicarle el máximo posible de sanción, así como indagar si el presunto infractor ha realizado otros delitos asociados donde se le pueda implicar. Aunado a esta política, no está de más decir, que con ello se criminalizó a cualquier persona que pareciera “sospechoso”, se contribuyó a la discriminación y xenofobia (Aller Maissonave, 2010).
El modelo de Ventanas Rotas se ha fundamentado en las investigaciones que Zimbardo hizo en los 60. La idea principal es que cada ventana rota (carro abandonado, calles descuidadas, sin iluminación o con graffiti) debe ser reparada rápidamente, de lo contrario las personas concluirán que no importa preservar ese lugar, que no hay protección, que los bienes pueden ser tomados por cualquier persona y se puede hacer lo que se quiera con ellos. Este modelo ha funcionado dentro de la teoría situacional del delito, por lo que considero que es útil en términos de restauración del espacio y como un factor que fomenta el cuidado de las comunidades, sin embargo también ha dado como resultado la criminalización de ciertos sectores, normalmente los más marginados y por lo tanto a las personas que en ellos habitan desarrollándose “ciudades perdidas” u olvidadas.
Este texto me parece una buena oportunidad para conocer lo que han hecho en otras partes del mundo y como han sabido utilizar ambas estrategias para la reducción del delito, las cuales han evidenciado y documentado, llamándolas como intervenciones de “doble orientación” argumentando que entre la prevención y la represión no debería existir un dilema, pues el punto no es elegir entre una de las dos sino, considerar ambas y cuestionarse en qué y cómo se invierte el dinero, cuya finalidad tenga la de reducir el delito y la violencia en un espacio.
En el texto se plantea el reto de identificar prácticas exitosas con respecto a la prevención de la violencia de manera regional y en específico de los países que integran América Latina. Así mismo, plantear acciones dedicadas a reprimir y otras a prevenir el delito en la búsqueda de consolidar (o al menos en teoría) la seguridad ciudadana.
Los puntos a destacar desde mi perspectiva como los más importantes, son los siguientes:
- Existe un problema relativo a la comparación de estrategias de prevención de la violencia y el delito a nivel regional. Esto se debe a la escasa información que hay al respecto de estas prácticas, además del poco interés manifestado para levantar estadísticas de utilidad referentes, no solo a las acciones y su impacto, sino a las que miden los delitos. Las fuentes de información son pobres o poco confiables., por lo tanto, se invita entonces a contribuir a sistemas de información sobre el delito.
- Al considerar a la violencia desde un enfoque multicausal y por esa razón se necesita de esfuerzos que contemplen modelos que atiendan a los factores asociados tanto con la victimización como con la delincuencia. En este sentido, hace falta considerar dentro de este enfoque multicausal los costos económicos que acarrea la violencia para tratar de observar el impacto en la sociedad.
- Se propone una definición y distinción entre la seguridad ciudadana y seguridad pública. La seguridad ciudadana ha sido definida poniendo como punto importante la intangibilidad y su carácter subjetivo. De manera amplia, se define como la preocupación por la calidad de vida y la dignidad humana en términos de libertad, acceso al mercado y oportunidades sociales.
- La pobreza y la falta de oportunidades, el desempleo, el hambre, el deterioro ambiental, la represión política, la violencia, la criminalidad y la drogadicción pueden constituir amenazas a la seguridad ciudadana.
- En un nivel más limitado, la seguridad pública ha sido definida como el conjunto de políticas y acciones coherentes y articuladas que tienden a garantizar la paz pública por medio de la prevención y represión de los delitos y las faltas contra el orden público, mediante el sistema de control penal y el de la policía administrativa (González Ruiz, López y Núñez, 1994).
- Las políticas para generar mayor seguridad ciudadana que se proponen y al parecer, han manifestado mayor éxito, son aquellas que consideran tanto medidas de prevención como medidas de control. Se apuesta a programas de doble orientación que consideren algunos criterios para su realización como: coordinación interinstitucional, participación ciudadana, prevención a través de programas educativos y acciones para el mejoramiento del registro de delitos a nivel nacional y regional.
Podemos decir que las estrategias de prevención del delito buscan teóricamente trabajar con el fortalecimiento de la seguridad ciudadana. Lo que plantea el texto, es que tanto las medidas de prevención como las de represión o control, propias de la autoridad, trabajen en conjunto para apoyar a la seguridad ciudadana.
Entonces no hay que olvidar, que en efecto, son importantes las inversiones en términos de control (armas, patrullas, cámaras de vigilancia, etc); sin embargo considero que estas inversiones deberían ser mínimas en comparación a estrategias de prevención que apuesten a la cohesión social, a la formación de ciudadanía, la participación social en los temas que interesan a los integrantes de una comunidad, la cultura de la legalidad, entre otros. Y lo más importante y que también es planteado en el texto, es la necesidad de evidenciar las prácticas que funcionan en términos de prevención, de tal forma que se tenga un termómetro de que las acciones que se hacen y en lo que ha invertido el sector público y privado ha dado resultados, o bien, que no los ha dado y hacer las cosas de manera diferente.
Referencias
Arriagada, I., & Godoy, L. (2000). Prevenir o reprimir: falso dilema de la seguridad ciudadana Revista de la CEPAL, 70, 107-131
Aller Maissinove, G. (Agosto de 2010). Paradigmas de la criminología contemporánea. Congreso de Derecho Penal del Bicentenario de la Argentina. Charla llevada a cabo en la Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
sábado, 14 de marzo de 2015
Por Unknown
Violación y Relaciones de poder (Parte I)
La violación que deja de ser un acto sexual para convertirse en un acto de poder (Parte I)
“Durante mucho tiempo y aún en la actualidad, la violación se tomó como un derecho, el “jus primae noctis” o “derecho de pernada”, se difundió en el Medievo, no como un delito sino como la facultad o ganancia de disponer de las mujeres que son consideradas como propiedad de los señores feudales” (Olvera, 1987: 22 citado por Tzompantzi, 2007). En México, este derecho fue heredado por los españoles a los hacendados o caciques y consistía en reclamar a un peón a su servicio, que se casaba, el disfrutar sexualmente de la novia en la noche de bodas, antes que él.
Hasta finales del siglo XIX, la violación sexual era un crimen contra la propiedad de los hombres. Las mujeres después de una gran lucha, fueron reconocidas como ciudadanas, con derechos y capacidades. Desde entonces el atentado sexual es problema “supuestamente” femenino. Y es el único delito cuya prueba requiere, además de investigar los hechos, husmear en la historia íntima, pasada y presente de quien sufrió el daño. (Hercovich, 1997 citado por Tzompantzi, 2007).
Al parecer la violación en nuestro país es un caso fantasma, a pesar de que este crimen existe desde hace muchos años, la investigación, la información, la educación, la legislación y la atención insuficiente e inadecuada hace que se generen muchas dudas con respecto a este suceso creando mitos alrededor de la violación y revictimizando a la mujer que sufrió ese delito, haciéndola responsable tanto de la violación como de la prevención y la solución. El problema con la violación es que, aún en la actualidad se ve como un acto sexual motivado por las necesidades reprimidas de un individuo, pero como señala Groth y Birnbaum (1980), la violación es la expresión sexualizada del poder y la ira. La violación es un acto pseudosexual, complejo y multideterminado, pero que comprende temas de hostilidad (ira) y control (poder) más que de pasión (sexualidad).
La cultura patriarcal en la que vivimos cimienta el poder masculino en la represión de la sexualidad femenina y el sometimiento de las mujeres. Esta visión del mundo y de las relaciones entre las personas, favorece que algunos hombres consideren a las mujeres como su propiedad, incluida su sexualidad, que puede ser usada cuando ellos quieran. Así, el coito forzado se convierte en la reafirmación del poder, la autoridad de los hombres y la represión de las mujeres (Rich, 1996: 4).
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Violencia contra las Mujeres (INSP-SSA, 2006), 12.7% de las mujeres usuarias de los servicios de salud encuestadas mencionaron haber sufrido violencia sexual alguna vez en su vida. Existen marcadas diferencias en la prevalencia de la violencia sexual en el país, que reportan de sus diferentes estados, un rango que va desde 7.1% en Aguascalientes hasta 21.2% en Sinaloa. Jalisco, Colima, Durango, Estado de México, Nayarit, Michoacán, y Tabasco, los cuales presentan mayor porcentaje de mujeres víctimas, ya que entre el 19.5% y el 15.5% de las mujeres han sufrido algún abuso sexual en algún momento de su vida.
En la Encuesta Nacional de Salud Reproductiva (2003), del total de mujeres que fueron obligadas a tener relaciones sexuales, 13.7% mencionaron que esta situación ocurrió cuando eran menores de 10 años y el 65% entre los 10 y 20 años de edad. Por otro lado, la Encuesta Nacional sobre Violencia contra las Mujeres (INSP-SSA, 2003) señala que 7.6% de las mujeres entrevistadas reportaron haber sufrido abuso sexual antes de los 15 años, siendo el agresor casi siempre alguien conocido: el padre (7.2%), el padrastro (8.2%), algún otro familiar (hombre) (55.1%) o el novio (3.4%). De igual forma, no hay que olvidar que los niños y jóvenes junto con las mujeres son víctimas de abusos sexuales
En nuestro país la violación es un hecho más común de lo que se imagina y solo una pequeña parte de estas violaciones son denunciadas ante las autoridades.
Actualmente, la Dirección General de Política y Estadística Criminal del Distrito Federal nos dice que en promedio al día se presentan 1.4 averiguaciones previas del delito de violación. Cifra que parece no reflejar la realidad, ya que estudios del Secretariado de Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública nos dicen que durante el año 2012 se presentaron 843 comisiones de este delito en el Distrito Federal y 14, 050 a Nivel Nacional (Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 2013).
Son raros los casos en que mujeres y niños recurren a la justicia para denunciar la violencia sexual, y cuándo lo hacen se les revictimiza, lo que quiere decir que las tratan con recelo, apatía y falta de respeto, además de que los casos en donde se condena a los agresores, resultan pocos.
Aunque debe reconocerse que se ha avanzado en el campo de la atención a víctimas del este tipo de delito. Y es que “el interés por las víctimas se extiende cada día más y no parece ser simplemente una “moda” intelectual, sino que se ha convertido en un campo profesional y de conocimientos en expansión, que se agrupa bajo la etiqueta de la “victomología” (Echeburúa, 2010: pág 15).
Entre las instituciones especializadas en la atención de estos casos, figuran: En el Distrito Federal se encuentran:
- El Centro de Terapia de Apoyo a Víctimas de Delitos Sexuales en donde ofrecen atención psicológica, medica, trabajo social, asesoría y asistencia jurídica de forma gratuita.
- La Dirección General de Atención a Víctimas del Delito la cual proporciona orientación y asesoría jurídica a las víctimas y ofendidos del delito en el orden federal, promueve que se garantice y haga efectiva la reparación del daño e interviene para que se les proporcione atención médica, psicológica y asistencial, mediante programas y acciones específicas, de manera directa o en colaboración con las unidades administrativas de la propia institución, así como con organismos públicos federales, estatales, municipales y organizaciones de la sociedad civil.
- El Centro de Apoyo Sociojurídico a Víctimas de Delito Violento brinda a las personas apoyo terapéutico, de trabajo social, acompañamiento, asesoramiento y tiene especialidad en atender a víctimas de secuestro y de tortura.
No cabe duda que la creación de estas instancias significan un paso gigantesco en el mejoramiento de la atención a víctimas, pero aún queda mucho camino por recorrer, pues se necesita formar especialistas en la materia, seguir fomentando en la sociedad la conciencia de denunciar los delito y la confianza en las autoridades; finalmente, vale la pena resaltar que aunque se logren formar teóricamente a los especialistas necesarios, estos tienen que tener sensibilidad y empatía hacia las personas que llegaran a solicitar los servicios, pues lo que tienen que encontrar es un ambiente reconfortante, en el cual puedan sentirse seguros y seguras, en confianza para poder hablar de un hecho tan traumático y romper así el ciclo no la revictimización que se vive en la actualidad.
Referencias
Tzompantzi, M. (2007). La opinión de los hombres con respecto al fenómeno de la violación sexual de las mujeres. (Tesis de Licenciatura) Universidad Nacional Autónoma de México.
Instituto Nacional de Salud Pública, & Secretaría de Salud (2003). Encuesta Nacional sobre Violencia contra las Mujeres 2003 ENVIM Encuesta Nacional sobre Violencia contra las Mujeres 2003 ENVIM
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. (2013). Incidencia Delictiva del Fuero Común 2012. Recuperado de : http://www.secretariadoejecutivosnsp.gob.mx/work/
models/SecretariadoEjecutivo/Resource/131/1/images/CIEISP2012_DICIEMBRE_200213.pdf.
sábado, 7 de marzo de 2015
Por Unknown