Por Unknown domingo, 27 de mayo de 2018

¿Cómo evaluar el bullying y qué hace efectivo un programa de intervención?


Hace unas semanas, en una clase con alumnos de bachillerato discutíamos los temas y el tipo de trabajo que querían realizar como proyecto de evaluación final de la asignatura. Entre las propuestas, una alumna comentó que había observado en clases anteriores que uno de sus compañeros era víctima de acoso escolar, por lo que había solicitado a la escuela autorización para dar una plática sobre el tema; tenía apoyo de la psicóloga y estaba preparando algunas actividades adicionales. Así, el grupo se involucró en esta campaña y realizaron acciones en función del tema. Para ello, fue necesario revisar la literatura para conocer qué estrategias eran las más adecuadas para tratar esta problemática. Una de las primeras limitantes que tuvimos, fue no encontrar estudios en relación a la intervención en el acoso escolar a nivel medio superior, por lo que la información con la que se trabajó (y aquí plasmada) está sustentada en estudios realizados en niveles educativos básicos.

Así, en esta entrada, quiero compartirles los apuntes que se generaron de este ejercicio en el que se identificaron los elementos y temas que han mostrado efectividad en la intervención dentro de los planteles educativos para reducir los niveles de acoso escolar. Adicionalmente, un colega ha colaborado en esta entrada, reseñándonos su trabajo de investigación en el tema de la evaluación del acoso escolar.

Consideraciones iniciales.

De acuerdo con Grosser, Rojas y Astorga (2015), el acoso escolar o bullying es una forma de violencia que ocurre entre pares en el ámbito educativo. Indica que una situación de violencia, puede identificarse como acoso escolar si cumple con las siguientes condiciones:

  1. Es intencional
  2. Hay una relación desigual o desequilibrio de poder.
  3. La situación es repetida y continua
  4. Se da en una relación entre pares (estudiantes)

Entre las características de este fenómeno, considera que:

  1. Se manifiesta en comportamientos abusivos
  2. La situación es presenciada por observadores o testigos
  3. La violencia puede ser de múltiples tipos: verbal, psicológico, físico, sexual, material o cibernética
  4. Afecta a toda la comunidad: deteriora la convivencia. Tiene consecuencias negativas en el bienestar y el desarrollo.


El acoso escolar y su evaluación.

Por  Julio Vega

Para prevenir adecuadamente el bullying sin duda primero hay que identificarlo. Una buena medición es el primer paso para una adecuada intervención (Crothers y Levinson, 2004). Por tanto, es importante hablar primero sobre cómo evaluamos el bullying.

Aunque existen muchas investigaciones sobre del acoso escolar, hablar de cómo podemos medirlo y evaluarlo es un tanto complicado. Al respecto, abordaré 4 cuestiones en particular: 1) la gran cantidad de instrumentos que existen; 2) no todos ellos evalúan el bullying a pesar de lo que dicen; 3) las características que debe tener un buen instrumento; y 4) los aspectos metodológicos que pueden afectar su medición.

Con respecto al primer punto, de forma internacional y regional, existen muchísimos instrumentos que abordan la temática. De forma regional, Vera Giraldo y su equipo (2017) realizaron una revisión de instrumentos en español para evaluar el bullying. De los 33 instrumentos que identificaron, únicamente 15 evalúan el concepto de acoso escolar y brindan datos de confiabilidad y validez acerca del instrumento. Sin embargo, estoy familiarizado con la mayoría de ellos, y salvo algunas excepciones (como el CIMEI) no todos los instrumentos evalúan todos los componentes del acoso escolar. Lo anterior no es extraño, de hecho, a nivel internacional, en 2014, Alana Vivolo-Kantor y su equipo de investigadores del CDC de E.U.A., realizaron un ejercicio similar (y mejor sistematizado) con instrumentos en inglés. De los 41 instrumentos identificados, realmente solo unos cuantos evaluaban todos los componentes del acoso escolar. Lo anterior, deja en evidencia dos cosas: primero, que existen una gran cantidad de instrumentos que evalúan el acoso, y que, a pesar de ello, no todos evalúan los tres componentes del bullying.

Con respecto a lo anterior, y abordando mi segundo punto, esto se debe a que muchos instrumentos olvidan incluir alguno de los tres componentes del acoso escolar: repetición, intención de causar daño, y la existencia de un desbalance de poder. Usualmente el último componente es el que no se aborda, y que según otros autores como Ybarra y sus colegas (2014), se considera fundamental para distinguir el concepto de bullying de otros conceptos similares como la victimización por pares y la violencia escolar.

Lo anterior entonces, nos lleva a considerar el tercer punto: ¿Qué características debe tener un buen instrumento para medir el bullying? Primero que nada, considerar la evaluación de los tres componentes, sin embargo, incluso dentro de los componentes hay que considerar parámetros para su evaluación. Por ejemplo, el desbalance puede ser evaluado como lo realiza el Swearer Bully Survey, que le pide al estudiante compararse con el agresor o víctima en diversas áreas. Otro punto es la intencionalidad de hacer daño, que debe quedar reflejada en la redacción, para descartar conductas como el juego agresivo (el cual no es considerado como bullying); tal como hace el Olweus Bully/Victim Questionnaire, al proveer una definición clara del concepto a los estudiantes. Finalmente, la cronicidad se evalua a partir de que las conductas de agresión sucedan igual o mayor a un punto de corte de 2 a 3 veces durante el mes pasado. Este criterio, ha sido respaldado por investigaciones empíricas (Solberg y Olweus, 2003), e instrumentos como los mencionados previamente, o el California Bully Victimization Scale (CBVS) y las Reynolds Bully-Victimization Scale for School (RBVS), que lo utilizan para el diagnóstico.

Sin embargo, a pesar de lo anterior, también debe considerarse otra situación: existen cuestiones metodológicas que pueden afectar cómo los alumnos reportan el acoso. Por ejemplo, la utilización de definiciones o palabras sensibles (como bully) suelen tener un efecto al influir en un menor reporte de conductas de acoso escolar. Por tanto, instrumentos como el Olweus Bully/Victim o el Swearer Bully Survey, que utilizan una definición, pueden infraestimar el acoso. Por otro lado, instrumentos que operacionalizan los elementos, como el CBVS y la RBVS, suelen brindar prevalencias más realistas.
Además, resulta evidente que, en caso de identificación de acoso escolar, no basta con evaluar solo el acoso, sino también las consecuencias, por lo que instrumentos como el RBVS que incluye escalas de ansiedad y otros constructos relacionados son especialmente útiles, no solo porque evalúa los tres componentes, sino que además brinda medidas complementarias de sus efectos.


Características de programas efectivos.

Por Aaron Euan

Hablar de acoso escolar es complicado, en tanto que el término, así como el fenómeno, se ha convertido en usos del día a día. En mi práctica profesional, he visto cómo ha sido minimizada la importancia de intervenir adecuadamente para disminuirlo. Los proyectos que he tenido oportunidad de observar se reducen a brindar talleres en las escuelas, donde se les habla sobre qué es el bullying, cuáles son sus elementos y cuáles son sus consecuencias. Aunque es importante conocer estos elementos, la pregunta importante es: ¿esto es efectivo para disminuir los niveles de acoso escolar? ¿Realmente funciona lo que estamos haciendo?

Ttofi y Farrington (2010), se plantearon esta misma pregunta, por lo que realizaron un estudio muy detallado sobre la efectividad de los programas que buscan reducir el bullying en las escuelas. Para ello, realizaron una revisión sistemática y un meta-análisis con diversos reportes. En total, los autores incluyeron 89 reportes en sus análisis, en los cuales identificaron 53 programas diferentes que buscaban disminuir el acoso escolar. De estos 53 programas, 44 de ellos fueron incluidos en un metaanálisis. El diseño de los estudios revisado se agrupar en cuatro categorías: a) experimentos aleatorizados, b) diseños cuasiexeperimentales con evaluación del antes y el después, c) otras comparaciones de control experimental y d) diseños cuasiexperimentales de edad-cohorte (antes de la intervención se evalúan estudiantes de cierta edad y posterior a la intervención, se evalúan a otros estudiantes de la misma edad del primer grupo, de la misma escuela). La mayoría de los programas son de los Estados Unidos de América, aunque también se incluyeron programas de Finlandia, Inglaterra, Italia, Canadá, Australia, Alemania, Noruega y Los Países Bajos.

Con los análisis realizados se encontró que estos programas lograron disminuir los índices de la ejecución del acoso escolar (relacionado con los agresores) y la victimización.

Al respecto, es interesante notar que los programas con diseños de experimentos aleatorizados no mostraron una significancia en la disminución del acoso escolar relacionado con los agresores. Los otros tipos de diseño sí presentaron una disminución significativa en este sentido.

Por otro lado, en lo relacionado con la victimización, los experimentos aleatorizados sí mostraron una efectividad en la disminución del acoso escolar. Así también se mostró en los otros tipos de diseño.
Con respecto al bullying (agresores), las características y estrategias utilizados que mostraron una asociación significativa con la efectividad de los programas son los siguientes:

Estrategias:

  • Entrenamiento (o reuniones con) para padres
  • Implementación de supervisión en los pasillos.
  • Métodos claros de disciplina
  • Gestión en el aula
  • Entrenamiento para maestros
  • Reglas claras para las clases
  • Políticas anti-bullying en toda la escuela.
  • Conferencias escolares
  • Información para padres
  • Grupos de trabajo colaborativo.


Características:

  • Duración del programa para los alumnos: más de 270 días
  • Duración del programa para los maestros: más de 4 días
  • Intensidad del programa para los alumnos: más de 20 horas
  • Intensidad del programa para los maestros: más de 10 horas
  • Medición de resultados: Dos veces por mes o más.


En lo relacionado a la victimas del bullying, las características y estrategias utilizados que mostraron una asociación significativa con la efectividad de los programas son los siguientes:

Estrategias:

  • Métodos claros de disciplina
  • Entrenamiento (reuniones con) para padres
  • Vídeos y grupos de trabajo colaborativo

Características:

  • Intensidad del programa para alumnos: más de 20 horas
  • Intensidad del programa para maestros: más de 10 horas.
  • Duración del programa para alumnos: más de 270 días
  • Duración del programa para maestros: más de 4 días
  • Medición de resultados: Dos veces por mes o más.


En conclusión, primero, la medición de bullying es un tema complejo, que requiere conocimientos teóricos y empíricos bien fundamentados, para la correcta elección de instrumentos de medición. Recomendamos el uso de instrumentos que evalúen todos los componentes del acoso, además de instrumentos complementarios que valoren las posibles consecuencias de éste. Segundo, es importante hacer notar que, aunque se enlistas características y estrategias, los programas que han demostrado ser efectivos se caracterizan por abordar la problemática de forma integral, en diversos niveles (política pública, redes educativas, familias, personal escolar) y no con actividades puntuales ni aisladas. Así mismo, los programas deben estar orientados a promover (y desarrollar) un clima social escolar positivo, incrementar a empatía, desarrollar competencias sociales, promover conductas prosociales, resolución de conflictos y la mediación (Pérez, Astudillo, Varela y Lecannelier, 2013). Finalmente, las diferencias encontradas de acuerdo a los tipos de diseño podrían indicar que el trabajo con aquellos que ejercen la violencia puede ser más complicado que el trabajo con las víctimas.




Referencias
Crothers, L. M. y Levinson, E. M. (2004). Assessment of Bullying: A Review of Methods and Instruments. Journal of Counseling & Development, 82(4), 496–503. https://doi.org/10.1002/j.1556-6678.2004.tb00338.x
Grosser, K., Rojas, L. y Astorga, R. (coord.) (2015). Protocolo de actuación en situaciones de bullying. UNICEF: Costa Rica
Pérez, J. C., Astudillo, J. Varela T. J. Lecannielier, A. F. (2013). Evaluación de la efectividad del programa Vínculos para la prevención e intervención del Bullying en Santiago de Chile. Psicología Escolar y Eduacional. 12(1), 13 - 172
Solberg, M. E. y Olweus, D. (2003). Prevalence Estimation of School Bullying with the Olweus Bully/Victim Questionnaire. Aggressive Behavior, 29(3), 239–268. https://doi.org/10.1002/ab.10047
Ttofi, M. M. y Farrington D. P. (2010). School Based Programs to reduce bullying and victimization.  Campbell Systematic Reviews. DOI: 10.4073/csr.2009.6
Vera Giraldo, C. Y., Vélez, C. M. y García García, H. I. (2017). Medición del bullying escolar: Inventario de instrumentos disponibles en idioma español. PSIENCIA: Revista Latinoamericana de Ciencia Psicológica, 9(1), 1–16. https://doi.org/10.5872/psiencia/9.1.31
Vivolo-Kantor, A. M., Martell, B. N., Holland, K. M. y Westby, R. (2014). A systematic review and content analysis of bullying and cyber-bullying measurement strategies. Aggression and Violent Behavior, 19(4), 423–434. https://doi.org/10.1016/j.avb.2014.06.008
Ybarra, M. L., Espelage, D. L. y Mitchell, K. J. (2014). Differentiating youth who are bullied from other victims of peer-aggression: The importance of differential power and repetition. Journal of Adolescent Health, 55(2), 293–300. https://doi.org/10.1016/j.jadohealth.2014.02.009


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