Por Julio Vega sábado, 6 de junio de 2015


Para la gente que está involucrada en la prevención de la violencia y la delincuencia el vínculo entre el alcohol y la violencia es bastante claro, generalmente lo damos por un hecho. Pero ¿Alguna vez nos hemos puesto a buscar información científicamente validada que confirme este vínculo? Si nunca lo han hecho, el día de hoy hablaré un poco sobre ello.

Ciertamente el vínculo entre el consumo (y abuso) del alcohol está relacionado con la violencia. De hecho, hace no mucho tiempo Sarah Roberts y sus colegas (2015) publicaron un jocoso artículo donde relacionaban ciertas marcas de bebidas alcohólicas con comportamientos violentos como peleas y lesiones. Mediante regresión logística, pudieron determinar cuáles marcas de bebidas alcohólicas hacían más propensos a sus consumidores de involucrarse en pelas físicas y lesiones. Se encontró por ejemplo, que marca Everclear 190 aumenta hasta 6.6 veces este riesgo, los Coñac Hennessy hasta 4.8 veces, Jack Daniels 3.7 veces, y Bacardi, Vodka Absolut en más de 2 veces. Incluso algunos investigadores creen que la relación entre el alcohol y la agresión es tan fuerte, que el mero hecho de pensar en el alcohol o estar expuesto a contenido relacionado a él puede aumentar la agresión. Ésta hipótesis fue abordada por Baptiste Subra y sus colaboradores (2010) en un par de estudios experimentales donde se concluyó que el mero hecho de pensar o estar expuesto a contenido relacionado con el alcohol efectivamente aumenta los pensamientos y actitudes pro-agresivas.

Y es que la relación entre el alcohol y la violencia va más allá de un simple problema a nivel individual, sino que su impacto a nivel social y comunitario también está bien establecido. Marie Crandall y su grupo de investigación (2015) encontró que existe una relación geográfica entre el alcohol y las peleas con armas de fuego en Chicago. Encontró que, que una gran presencia de establecimientos está altamente relacionada con los tiroteos, pero únicamente en barrios donde hay existencia situaciones adversas y vulnerabilidad, es decir, barrios pobres y marginados.

Si lo anterior pasa en Chicago, ¿Qué pasa en nuestra localidad donde hay zonas marcadamente marginadas? ¿Qué tanta prevalencia hay establecimientos que venden bebidas alcohólicas en esas zonas? Rápidamente, haciendo uso de las bases de datos del INEGI, hice un breve pero informativo análisis geográfico de los establecimientos que venden alcohol y el grado de marginación en la ciudad de Mérida. La primera variable la obtuve del Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE) buscando establecimientos que venden alcohol, cerveza y licores al menudeo. La segunda variable, mediante el Sistema para la Consulta de Información Censal (SCINCE), donde en sus indicadores relativos provee el grado de marginación proporcionado por el CONAPO a nivel AGEB. Y tal como puede ver en la figura de abajo, pareciera  que en aquellas zonas donde hay más marginación (más rojo indica mayor marginación) existe una mayor concentración de establecimientos que venden bebidas alcohólicas. Y de hecho, se puede apreciar grandes índices de marginación y de establecimientos que venden bebidas alcohólicas en la zona sur de la ciudad. Igualmente, el oriente, lo que muchas académicos locales han llamado “el nuevo sur”, también tiene ambas variables.

Mapa 1. Relación espacial entre los establecimientos de venta de bebidas alcohólicas y la marginación en Mérida.

Entonces, si la relación entre el alcohol y la violencia está más que estudiada, y podemos observar que en nuestra localidad existen focos rojos donde interactúan la venta de bebidas alcohólicas y  la marginación, ¿Qué  podemos hacer al respecto? ¿Qué se ha hecho en otros lugares? ¿Cómo podemos prevenir la violencia a partir de prevenir el uso del alcohol? Nuevamente la ciencia tiene la respuesta: La Organización Mundial de la Salud publicó en 2012 un documento donde explora intervenciones basadas en evidencia científica para prevenir la  violencia, donde uno de sus ejes es precisamente ello: prevenir el uso del alcohol para prevenir la violencia. En ello, se discuten algunas aproximaciones que han demostrado ser exitosas:

Regular la disponibilidad del alcohol. Donde se abordan medidas para controlar la venta de alcohol, tales como el horario o el número de establecimientos. Ejemplo de ello es el caso de Brasil, donde se observó que el 60% de los asesinatos y el 45% de las quejas presentadas por violencia contra las mujeres se producían entre las 23:00 y 6:00 hrs. Y muchos de estos problemas ocurrían en zonas con altas concentraciones de establecimientos que vendían alcohol. En respuesta a ello, se implementó una ley donde se prohibía la venta de alcohol después de las 23:00 hrs. El resultado, analizado mediante análisis de series de tiempo, concluyó que los homicidios disminuyeron en un 44%.

Aumento del precio del alcohol. Donde el aumento del precio del alcohol restringe su uso. Y es que el precio del alcohol es un gran determinante en su adquisición. Algunos centavos podrían incidir en disminuir notablemente algunos tipos de violencia. Ejemplo de ello, es que durante 1992 y 1997 en Australia se aplicó un impuesto a la venta de bebidas alcohólicas. Posterior a la supresión del impuesto, los accidentes de tránsito, agresiones, suicidios, ahogamientos y caídas aumentaron considerablemente. Los estudios encontraron que el impuesto, disminuía el consumo nocivo de alcohol (especialmente en hombres) en un 36.6%.

Intervenciones comunitarias para mejorar los ambientes en los que se consume alcohol. Dónde incorporan una serie de medidas para movilizar recursos de la comunidad, promover la venta responsable al por menor, mejorar el confort y diseño de los establecimientos en los que se consume alcohol y aplicar estrictamente la legislación relativa al alcohol. En un exitoso programa llevado a cabo en Suecia, tanto autoridades nacionales, municipales y dueños de establecimientos que vendían bebidas alcohólicas formaron parte de un programa donde se capacitó a sus empleados, se agudizaron las normas para otorgar licencias, y se fomentó una mejor política en dichos establecimientos. El resultado, los delitos violentos disminuyeron en un 29% durante la aplicación del programa, lo que  supuso un ahorro de €39 por cada euro que se invirtió.



En síntesis, podemos observar que ya identificado el problema del consumo del alcohol y su relación con la violencia, podemos incidir en ésta última al prevenir el consumo y abuso del alcohol. Los programas exitosos sugieren que este enfoque debería ser considerado con muchísima más importancia de que se da en la actualidad en nuestro país. Los sistemas de otorgamiento de licencia para establecimientos que venden alcohol deben ser más rigurosos, y deben estar más regularizados para evitar disponer de zonas con altas concentraciones de estos comercios. Los programas de prevención de uso de sustancias en niños y jóvenes deben realizarse desde temprana edad, siguiendo modelos exitosos y bien fundamentados. Y finalmente, programas y  acciones como aplicaciones y cuentas de twitter que adviertan de retenes contra el uso de alcohol deberían ser igualmente sancionados, pues las autoridades no buscan hacer un daño con estos programas, sino prevenirlos. Así que en general, tenemos una gran tarea pendiente para prevenir la violencia, pero gracias a la ciencia, cada vez tenemos más y mejor información sobre cómo abordarlo. Así que si usted se dedica a la invaluable profesión de prevenir la violencia, en crear programas  de prevención, en educar a jóvenes o en hacer propuestas a algún político o diputado conocido, no dude en compartir la información que el día de hoy les compartí, pues no solo es una tarea pendiente, sino es una tarea que la ciencia nos dice que va a funcionar.

Referencias


ResearchBlogging.org Roberts, S., Siegel, M., DeJong, W., Naimi, T., & Jernigan, D. (2015). Brand Preferences of Underage Drinkers Who Report Alcohol-Related Fights and Injuries Substance Use & Misuse, 50 (5), 619-929 DOI: 10.3109/10826084.2014.997392

Subra, B., Muller, D., Begue, L., Bushman, B., & Delmas, F. (2010). Automatic Effects of Alcohol and Aggressive Cues on Aggressive Thoughts and Behaviors Personality and Social Psychology Bulletin, 36 (8), 1052-1057 DOI: 10.1177/0146167210374725

Crandall, M., Kucybala, K., Behrens, J., Schwulst, S., & Esposito, T. (2015). Geographic association of liquor licenses and gunshot wounds in Chicago The American Journal of Surgery DOI: 10.1016/j.amjsurg.2014.09.043

Organización Mundial de la Salud. (2012). Prevención de la Violencia: La Evidencia. Texas: OMS.

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