Archive for enero 2018
¿Podemos predecir el suicidio?
Según la Organización Mundial de la Salud, entre las principales causas de muerte de las personas de 15 a 29 años, el suicidio ocupa el segundo lugar a nivel mundial. Al año, ocurren aproximadamente 800,000 suicidios, lo que correspondería a un suicidio cada 40 segundos. Si bien, México no es uno de los países que ocupan los primeros lugares a nivel internacional (como Rusia, India o Venezuela), lo cierto es que el estado donde vivo (Yucatán), ocupa uno de los primeros lugares a nivel nacional. Para ilustrar mejor esta situación, me tomé la libertad de descargar las estadísticas de suicidio en México de 2016 por cada entidad federativa, y dividirlo por la cantidad de habitantes por cada estado, para calcular la tasa de suicidio por cada 100,000 habitantes. El mapa de abajo, ilustra como claramente Yucatán, junto con la península en general, y estados como Chihuahua o Aguascalientes, ocupan los primeros lugares a nivel nacional.
Sin duda la problemática anterior nos plantea las dudas de: ¿Qué podemos hacer para prevenir el suicidio? ¿Cómo podemos intervenir mejor? ¿Acaso podemos predecirlo como podemos hacerlo con otras formas de violencia? Esta entrada nos ayudará a responder un poco estas preguntas, haciendo especial énfasis en la última a partir de una investigación publicada en la revista Nature que llamó mi atención.
¿Podemos prevenir el suicidio?
Para aquellos que me conozcan en persona, sabrán que soy un apasionado de la psicología, educación, medicina y política pública basada en evidencia. El descriptor “basado en evidencia”, hace referencia a prácticas, metodologías, estrategias y técnicas, que a partir de rigurosas y diversas investigaciones científicas, se han demostrado como válidas y útiles para resolver las problemáticas para las que fueron diseñadas. Así pues, en el ámbito de la prevención del suicidio, lo cierto es que hay varias metodologías basadas en evidencia.
En 2005, John Mann y su equipo de investigadores publicaron en la Revista de la Asociación Americana de Medicina (JAMA), un artículo que revisaba todas las prácticas de prevención de suicidio, y qué tanta evidencia sustentaba la efectividad de cada una de ellas. Encontraron, por ejemplo, que las intervenciones enfocadas en alertar del suicidio y su prevención al público en general, carecían de investigaciones que evaluaran su efectividad; pero que intervenciones enfocadas a capacitar a gente en profesiones estratégicas (como médicos, consejeros o trabajadores sociales), disminuían la prevalencia de suicidios hasta en un 40%.
Sin duda, una de las estrategias más utilizadas y cuya mayor efectividad han demostrado de forma consistente según Mann y sus colaboradores, es la restricción de medios letales para cometer suicidios. Esta estrategia se basa en el principio de que, al no disponer de medios y herramientas para llevar a cabo el suicidio en momentos impulsivos, disminuye la probabilidad de los intentos y consumación de suicidios. Por ejemplo, algunos países que aprobaron legislaciones para el control de armas disminuyeron las tasas de suicidios por arma de fuego hasta en un 9.5%. De igual forma, en Inglaterra y Suiza, la tasa de suicidios por inhalación de gas disminuyó entre un 20 y 33% luego que se implementara un plan nacional para la desintoxicación del gas doméstico que se proveía a los hogares.
Desafortunadamente, este método no es 100% eficiente, pues se ha observado que luego de este tipo de intervenciones, otras formas de suicidio aumentan debido a que los individuos buscan otras alternativas. Además, la restricción de medios no funciona para disminuir los suicidios realizados por ahorcamiento, debido a que los medios para realizar están presentes en todos lados. Esto último es especialmente relevante en Yucatán, pues la principal causa de suicidios es por este medio. Tal como pueden ver en la gráfica de abajo, casi el 90% de los suicidios en el estado fue debido a ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación. Y entonces, ¿Qué podemos hacer en estos casos? ¿Hay alguna forma de que podamos predecir el suicidio?
¿Podemos predecir el suicidio?
Si podemos conocer la probabilidad de que suceda un evento, entonces podemos actuar antes de que suceda. Y cuando hablamos de predicciones, sin duda tendríamos que hablar de técnicas de investigación que requieran diseños longitudinales; es decir, técnicas que recolecten datos por un periodo prolongado de tiempo, para identificar cuándo suceden los eventos, y qué situaciones estaban presentes en el momento que ocurrieron.
Bueno, pues intente hacer eso con el registro de suicidios realizados por la Secretaría de Salud y que amablemente el INEGI provee de forma gratuita desde su página web. Para realizar esto, descargué la base de datos de suicidios en Yucatán de 1990 hasta 2016, y realicé un poco de modelamiento estadístico para poder predecir las tendencias de suicidio en Yucatán. No me adentraré en los aspectos técnicos y estadísticos que realicé para llegar a los resultados, esto pueden consultarlo detalladamente en mi blog sin ningún problema. Pero lo que hice a grandes rasgos, es que utilicé los datos de 1990 a 2015 para entrenar un modelo estadístico para predecir las tendencias de 2016, y posteriormente contrasté el modelo obtenido con los datos reales de 2016. El resultado, pueden apreciarlo en el gráfico de abajo, donde en azul, pueden apreciar el rango de predicciones del modelo, y la línea punteada de negro, las tasas de suicidios reales ocurridas en 2016.
Evaluaución de las predicciones del Suicidios en Yucatán para 2016 |
Tal como pueden apreciar, el modelo presenta algunas elevaciones en los meses intermedios de 2016. Esto no es extraño, pues cuando realizaba el modelo, los estadísticos obtenidos me indicaban la presencia de ciclos, es decir, tendencias que se repetían cada determinado tiempo. En este caso, ciclos anuales. Para explorar más detalladamente esto, promedié las tendencias que ocurrieron cada mes, durante los 26 años analizados. Y lo que obtuve, lo pueden apreciar en la gráfica siguiente:
Este gráfico nos enseña, que al menos en Yucatán, los suicidios parecen aumentar en los meses cercanos o posteriores al verano, con tendencias especialmente altas en meses como abril o agosto. Esto no es de sorprender, este mismo análisis lo hice en 2016 para unos proyectos, y ciertamente durante 2017, observé más reportes periodísticos sobre suicidios ocurridos en los meses de verano. Lo anterior sin duda, nos señala que la implementación de programas o atención a personas en riesgo debe tener una mayor importancia durante estos meses.
Si bien podemos entonces predecir las tendencias de suicidios, existe un gran problema: lo anterior son tendencias estatales, ¿Cómo podemos traducir esta información a nivel del individuo? ¿Cómo podemos saber quienes están en riesgo? ¿Qué características tienen estas personas? Y es entonces cuando la situación se pone difícil. Verán, la investigación sobre predicción de suicidio es un poco complicada. Estuve buscando investigaciones donde se utilicen las técnicas apropiadas para analizar los datos de las personas en riesgo. Una de las metodologías más lógicas es identificar a personas con intentos suicidas, y darles seguimiento por un periodo de tiempo, para después comparar las características de aquellas que consumaron un suicidio durante el seguimiento, contra aquellos que no. Y una de las metodologías propuestas, es el uso de una técnica llamada “Análisis de Supervivencia” (Leon et al., 1990).
El análisis de supervivencia es una técnica estadística que analiza el tiempo que transcurre hasta que sucede un evento; en este caso, desde que se dio un intento de suicidio, hasta la consumación de éste. Su nombre, nace de las ciencias médicas que analizaban el tiempo que transcurre desde que se da un diagnóstico (como cáncer, por ejemplo) o se realiza una operación, hasta que el paciente muere. Andrew Leon y sus colaboradores (junto con John Mann, por cierto), fue uno de los primeros grupos de investigación que propusieron la técnica para el análisis del suicidio en 1990. Ellos encontraron que los intentos de suicidios previos predicen los futuros. Por ejemplo, encontraron que aquellos pacientes que habían tenido 2 o más intento de suicidio previo, tenían un menor tiempo de supervivencia. La mitad de estos pacientes consumaban el suicidio a los 6 meses, mientras que la mitad de aquellos que tenían menos de 2 intentos, consumaban el suicidio a los 2.5 años aproximadamente. Nordström, Samuelsson y Åsberg, realizaron un trabajo similar en 1995, pero analizando el sexo y la edad como factores predictivos. Encontraron que los hombres jóvenes, son los que tienen un mayor riesgo, y que el riesgo de consumar un suicidio es particularmente alto durante el primer año posterior a un intento.
Pero sin duda, uno de los trabajos que más información ha aportado y analizado es el estudio de Christiansen y Jensen de 2007. Siguiendo una metodología similar, analizaron varios factores de riesgo. Encontraron, por ejemplo, que la edad, repetir intentos de suicidio, o realizar intentos de suicidio por medios violentos (como el saltar de lugares altos o colocarse frente autopistas), son los predictores significativos para consumar el suicidio. Y, contrario a la creencia popular, aspectos asociados a la salud mental, no estuvieron significativamente asociados con la consumación del suicidio.
La neurociencia en el estudio del suicidio
A pesar de que los estudios han encontrado factores de riesgo que están asociados a la muerte por suicidio en el futuro, lo cierto es que las tasas de predicción no son tan buenas como quisiéramos. ¿Qué pasaría si les dijera que se puede clasificar a los individuos que han cometido intentos de suicidios y los que no con un 94% de exactitud? Bueno, pues eso es lo que logró hacer un equipo de investigadores el año pasado.
Marcel Just y su equipo de investigación (2017), publicaron el año pasado en la sección de human behavior de la revista Nature, una investigación donde utiliza neuroimagen y machine learning para clasificar y discriminar a sujetos que tienen ideaciones suicidas y tuvieron un intento de suicidio de aquellos que no realizaron el intento. La investigación realizada es bastante sencilla y elegante en realidad. La técnica que utilizaron se basa en el principio de que ciertos conceptos tienen una “huella” o representación mental única en la activación de diversas zonas del cerebro. Por ejemplo, ante una imagen de una cuchara, el cerebro activará las zonas asociadas a la manipulación de objetos (área motora) pero también las zonas asociadas al gusto (como el giro frontal anterior). En contraste, ante el concepto de “Casa”, se activarán zonas asociadas al concepto de refugio o lugares físicos (como las áreas parietales y parahipocámpicas). A partir del principio anterior, los investigadores expusieron a una muestra de 34 sujetos a palabras con contenido relacionado al suicidio (como “muerte”, “crueldad”, “problemas”, “bien”, etc.) mientras eran observados a través de técnicas de imagen cerebral. Su hipótesis, consistió en que las regiones del cerebro que se activan al leer las palabras iban a ser diferentes en personas con ideaciones suicidas versus los que no; y entre los mismos que tuvieran ideaciones, se iba a poder clasificar entre aquellos que realizaron un intento de suicidio de aquellos que no.
Resultados del estudio de Just et al., (2017). |
Tal como se observa en la imagen anterior, su hipótesis fue correcta. Tras controlar otras variables como la edad y el sexo, el modelo clasificó con un 91% de exactitud entre aquellos que tuvieron ideaciones suicidas de aquellos que no (gráfica izquierda); y entre los que tuvieron ideaciones suicidas, se pudo clasificar con un 94% de exactitud a aquellos que cometieron un intento de suicidio de aquellos que no (gráfica derecha). Sin duda la técnica anterior nos deja de manifiesto la utilidad que tienen técnicas como la neuroimagen para detectar individuos en riesgo de aquellos que no. Especialmente cuando se toma en consideración que las personas en riesgo muchas veces tienden a ocultar su historial de intentos incluso cuando hablan con profesionales médicos o de la salud mental, por lo que este método podría ser una herramienta interesante para detectar de forma temprana a individuos en riesgo.
Sin embargo, es verdad que el estudio anterior tiene algunas críticas. Por ejemplo, el tamaño de muestra. Ciertamente 34 sujetos es algo que los analistas de datos considerarían una muestra considerablemente pequeña, especialmente para propósitos predictivos. Sin embargo, investigando un poco, esto si fue tomado en consideración por los investigadores en su apartado metodológico. El equipo utilizó un modelo estadístico conocido como clasificador Ingenuo de Gauss-Bayes, y que se ha utilizado exitosamente en muestras pequeñas. Sin duda un acierto, pues los modelos Bayesianos suelen dar buenos resultados con muestras pequeñas. Sin embargo, desde mi perspectiva, una clara limitación es el diseño. El estudio no hace un seguimiento de los participantes, es decir, solo considera gente que, en el pasado, tuvo o no intentos suicidas, (un diseño retrospectivo). Lo cierto es que, para predecir, los métodos retrospectivos no son los ideales, sino que lo que se recomienda, son los métodos prospectivos, como los estudios con análisis de supervivencia. No cabe duda de que es una limitación que estudios futuros tienen que tomar en consideración.
Conclusiones
Sin duda aún nos falta bastante para poder tener métodos sencillos y pragmáticos que nos permitan predecir problemáticas como el suicidio de forma efectiva. A pesar de lo anterior, es alentador que, a partir de la neurociencia, podamos brindar buenos resultados para identificar personas con ideaciones e intentos de suicidio; situación que no sucede con otros métodos tradicionales como los que se presentaron previamente. Y, aunque mucho nos falta para poder predecir y prevenir exitosamente el suicidio, la investigación actual ofrece información invaluable para crear y fomentar políticas públicas basadas en evidencia. Los métodos de prevención que han sido evaluados como exitosos, así como la identificación de tendencias que nos permitan conocer el comportamiento del fenómeno durante el tiempo, y la adecuada clasificación de los individuos en riesgo y sus características, son herramientas fundamentales para ofrecer soluciones que nos permitan atender esta problemática con una mayor probabilidad de éxito. No cabe más que recomendar seguir investigando, y difundiendo los resultados, así como buscando su aplicabilidad en la política pública de salud basada en evidencia.
Referencias
Christiansen, E., & Frank Jensen, B. (2007). Risk of Repetition of Suicide Attempt, Suicide or all Deaths after an Episode of Attempted Suicide: A Register-Based Australian & New Zealand Journal of Psychiatry, 41 (3), 257-265 : 10.1080/00048670601172749
Just, M. A., Pan, L., Cherkassky, V. L., McMakin, D. L., Cha, C., Nock, M. K., & Brent, D. (2017). Machine learning of neural representations of suicide and emotion concepts identifies suicidal youth Nature Human Behaviour, 1-9 : 10.1038/s41562-017-0234-y
Leon, A. C., Friedman, R. A., Sweeney, J. A., Brown, R. P., & Mann, J. J. (1990). Statistical issues in the identification of risk factors for suicidal behavior: The application of survival analysis. Psychiatry Research, 31 (1), 99-108 : 10.1016/0165-1781(90)90112-I
Mann, J. J., Apter, A., Bertolote, J., Beautrais, A., Currier, D., Haas, A., …, & Hendin, H. (2005). Suicide Prevention Strategies: A Systematic Review JAMA, 294 (16) : 10.1001/jama.294.16.2064
Nordström, P., Samuelsson, M.,, & Åsberg, M. (1995). Survival analysis of suicide risk after attempted suicide. Acta Psychiatrica Scandinavica, 91 (5), 336-340 : 10.1111/j.1600-0447.1995.tb09791.x
viernes, 19 de enero de 2018
Por Julio Vega
La ciencia de los psicópatas
El caso de los psicópatas
El 17 de junio de 1984 Diana Downs fue sentenciada a pasar 50 años en prisión. Su crimen: disparar a sus hijos para atraer a un hombre al que no le gustaban los niños. John Gacy, un contratista de Illinois, nombrado “hombre del año” por la Cámara de Comercio de esa ciudad, fue sentenciado a 21 cadenas perpetuas y 12 penas de muerte, tras ser hallado culpable por el asesinato de 32 jóvenes, cuyos restos fueron hallados bajo su casa. Este tipo de personajes, cuyos crímenes nos parecen horripilantes, muchas veces despiertan en nuestra curiosidad las siguientes preguntas: ¿Qué motiva a estas personas a cometer estos crímenes? ¿Es posible prevenir que suceda? ¿Tienen esperanzas de readaptación?
Los psicópatas, como se le conoce a estos individuos, son depredadores sociales, que encantan, manipulan y despiadadamente usa a otros individuos para conseguir sus fines. Con una completa falta de conciencia y empatía por los demás, y de manera egoísta, toman lo que necesitan y hacen lo que les place, violando las normas sociales sin el mínimo sentimiento de culpa o arrepentimiento. El estudio sistemático de estos criminales dista mucho de lo que series como C.S.I. o Criminal Minds suelen ensañar en televisión. Por ejemplo, lejos de lo que se piensa, las investigaciones han señalado que la mayoría de los crímenes suelen ser cometidos por un pequeño puñado de individuos con tendencias antisociales, psicopatía y otros trastornos de la personalidad.
La psicopatía en diversas culturas
Los psicópatas suelen tener una serie de características bien definidas; y llama la atención que este fenómeno trasciende el tiempo y la cultura, pues también existen personas con características propias de la psicopatía en otras culturas y en relatos antiguos. Por ejemplo, los Yorubas, una tribu de Nigeria, utilizan el término aranakan para referirse a un individuo que siempre hace lo que quiere, sin importar los demás, que es poco cooperativo, lleno de maldad e incorregible. Al otro lado el mundo, en Alaska, los Inuit utilizan el término kunlangeta para referirse a una persona que, por ejemplo, continuamente miente, engaña y roba cosas, no va de caza y, cuando los otros hombres no están en la villa, se aprovecha sexualmente de las mujeres; no toman en serio los regaños, y que siempre son llevados con los ancianos para recibir castigos. Siglos atrás, también puede rastrearse un arquetipo de estos personajes en la cultura griega. Hermes “el dios mensajero”, según cuentan, proveerá de acción, pero será una acción sin ataduras morales, y sin garantías: Hermes solo participa por una noche. Es el patrón de los ladrones, mentirosos, las encrucijadas y del libre vagabundeo. Si la existencia de estos personajes resulta ser un fenómeno extendido por el mundo y el tiempo ¿Que podemos hacer al respecto? ¿Qué sabemos hasta ahora?
Robert Hare: el padre del estudio de la psicopatía
La investigación sobre la psicopatía puede rastrearse a los trabajos pioneros de Cleckey. Sin embargo, fue el psicólogo Robert Hare quien más aportó al estudio sistemático de los psicópatas, desarrollando no solo instrumentos que permiten evaluar la psicopatía, sino creando toda una teoría bien desarrollada acerca de este trastorno de personalidad.
Si bien, el legado que Robert Hare ha dejado es indiscutible, vale la pena a echar una mirada a sus inicios. Tal como relata en su libro “Sin Consciencia: el inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean”, en sus inicios, Hare no tenía ni la más mínima idea de cómo serían los reclusos de la prisión donde obtuvo su primer trabajo como psicólogo en la Penitenciaria de Columbia Británica en Canadá:
“No tenía experiencia profesional ni como psicólogo ni especial interés en psicología clínica o criminología. La penitenciaría de máxima seguridad, cerca de Vancouver, era una enorme institución que albergaba a esa clase de criminales de los que sólo había oído hablar en la tele […]. Empecé a trabajar bastante desorientado, sin ningún programa de formación o mentor que me informase en qué consistía eso de ser psicólogo de prisiones” (p. 9).
Su ingenuidad lo llevaría a tener varias experiencias peculiares con psicópatas como relata en su libro. “Ray” un prisionero con marcados rasgos de psicopatía, se las ingenió para convencer al Dr. Hare de tomar varias decisiones que terminaron mal:
“Ray tenía una increíble habilidad para engañar, no sólo a mí, sino a todo el mundo. Podía hablar y mentir con una facilidad y un desparpajo que, a veces, desarmaba hasta al funcionario de prisiones más cínico y veterano. Cuando le conocí ya tenía una larga carrera delictiva a sus espaldas (y, como se demostraría más tarde, por delante); cerca de la mitad de su vida la había pasado en la cárcel y muchos de sus delitos habían sido violentos. A pesar de todo, me convenció de lo que quiso (y a otros con más experiencia también): de su voluntad de reforma, de que su interés por el delito había desaparecido en favor de la cocina, la mecánica, etc. Mentía sin interrupción y sin esfuerzo sobre cualquier tema y si le pillaba con una contradicción (que muchas veces hallaba al examinar su expediente), ni se inmutaba. Simplemente, cambiaba de tema. (…)
En una ocasión, me convenció de que quería aprender el oficio de cocinero —sentía que tenía cualidades para ello, que podría trabajar de cocinero cuando saliese de allí y que tenía buenas ideas para mejorar la comida de prisión, etc.— de manera que apoyé su petición de ser trasladado del taller de máquinas (…) a la cocina. Lo que no pensé es que ese destino era una golosa fuente de azúcar, patatas, fruta y otros ingredientes con los que se podía elaborar alcohol. Varios meses después de haber recomendado el traslado, hubo una repentina erupción en el suelo, bajo la mesa de trabajo del director. Cuando las cosas se calmaron, descubrimos un elaborado sistema subterráneo de destilación de alcohol. Alguna parte del alambique falló y provocó la explosión de uno de los recipientes. (…) Cuando se descubrió que Ray era el cerebro de la operación, tuvo que pasar algún tiempo en reclusión incomunicado.
Una vez fuera del «agujero», Ray apareció en mi oficina como si nada hubiese pasado para pedirme que le trasladase de la cocina al taller de coches: sentía que tenía una habilidad especial, tenía que prepararse para el mundo de ahí fuera, si sólo tuviese tiempo para practicar podría abrir su propio taller chapista una vez en la calle... Todavía me dolía haberle facilitado el primer traslado, pero, una vez más, me convenció” (pp. 11-13)
Esta experiencia y muchas más, llevaron al Dr. Hare a investigar de forma sistemática a estos individuos. A través de entrevistas largas y profundas con cientos de delincuentes, el Dr. Hare comenzó a identificar patrones recurrentes en el comportamiento de éstos individuos. En sus décadas de investigación, Hare identificó una serie de síntomas que los psicópatas poseen. Esto, le permitió construir uno de los instrumentos más conocidos a nivel internacional para evaluar los pacientes psicopáticos: El Hare Checklist Revised o Lista de Verificación de Hare Revisada. Si bien, cabe aclarar que algunas personas comunes y corrientes pueden tener algunos de estos síntomas enlistados en este instrumento, la psicopatía es un síndrome: un conjunto de síntomas relacionados. Por lo que un psicópata requiere varios de estos síntomas identificados para obtener tal diagnóstico.
Las características del psicópata
Entre las características identificadas por Hare, se encuentran la locuacidad y encanto superficial, pues muchas veces los psicópatas son ingeniosos y se expresan muy bien, son amenos y divertidos y tienden a encantar a las personas. Tienen una personalidad egocéntrica y presuntuosa, para ellos, todo el mundo gira alrededor del “yo”. Muchas veces esto justifica sus acciones: “No es que no cumpla la ley, (…) es que sigo mis propias leyes” (p. 38). No sienten remordimiento o culpa. Hare relata que una de sus entrevistas le pregunto a un sujeto si sentía remordimiento por haber golpeado a una de sus víctimas de robo (que tuvo que pasar tres meses en el hospital a causa de las heridas), y éste contestó “¡Sé realista! Él se pasa unos meses en el hospital y yo me pudro aquí. Sólo le corté un poco. Si hubiese querido matarle le habría rebanado el cuello. Así soy yo; le di un respiro” (p. 41). Tienen una marcada falta de empatía, no sienten ni son capaces de imaginar emociones humanas reales, ven a las personas como meros objetos, incluso a sus propios miembros de su familia, como en el caso de Diana Downs. Tienen una personalidad manipuladora y mentirosa, son sus talentos naturales. Y cuando se les confronta con la verdad, no se inmutan, no se avergüenzan, simplemente cambiar de tema o cambian el orden de la historia; incluso pudiendo engañar y manipular a psicólogos experimentados. Sus emociones son superficiales, suelen ser fríos y sin emociones, y aunque hay ocasiones donde “demuestran” sentimientos, los evaluadores expertos fácilmente identifican que solo es una actuación.
En cuanto a su estilo de vida, se ha visto que tiene una alta impulsividad, los psicópatas no planean, solo hacen. No sopesan las ventajas y desventajas de sus decisiones, simplemente actúan para satisfacer sus necesidades. No controlan su conducta, responden rápidamente a cualquier señal de provocación. Tienen una constante necesidad de estimulación y excitación, les gusta vivir al límite. En varias entrevistas mencionan hacer delitos por la pura emoción. No están acostumbrados a la monotonía. Cuando su vida se vuelve predecible, simplemente cambian de vida. Tiene una falta de responsabilidad, las obligaciones con su trabajo, familia o conocidos significan nada para ellos. Su desempeño laboral tiende a ser pobre (aunque seguramente mentirán diciendo que han sido el mejor empleado). Diana Downs por ejemplo, solía dejar a sus hijos solos, sin nadie que los cuide, muchas veces dejándolos sin comida y cuidados a pesar de jurar que los amaba. Presentan problemas de conducta desde la infancia, que van desde la mentira y robo hasta el maltrato de animales. Y esto continúa hasta presentar conducta antisocial en la adultez. Ellos ponen sus propias reglas, ignoran las establecidas por la sociedad y las legislaciones. Su transgresión a la ley suele ser variado, pues los psicópatas rara vez se especializan en un tipo de crimen. En una entrevista a criminal Daniel Walker, el investigador del FBI, Robert Ressler le pregunta: - ¿Es muy largo tu expediente delictivo? A lo que responde -Creo que el actual tiene 29 o 30 páginas. - ¡29 o 30 páginas! Charles Mason solo tiene cinco. A lo que le responde -Pero ese era solo un asesino.
La neurociencia de la psicopatía
Todos estos síntomas relacionados entre si han despertado la curiosidad de los neurocientíficos para identificar si la psicopatía tiene algún antecedente biológico. A través de diversos estudios y metodologías como las imágenes cerebrales se han encontrado estos antecedentes. Los estudios con imágenes cerebrales, como la Tomografía Axial Computarizada (TAC), la Tomografía por Emisión de Positrones (TEP) o las Imágenes por Resonancia Magnética Funcional (fMRI), son técnicas complejas de realizar, pero fáciles de comprender. A través de diferentes mecanismos, estas técnicas monitorean la actividad cerebral para identificar aquellas zonas que tienen una mayor actividad. Gracias a estas técnicas se ha identificado que existen dos grandes correlatos de psicopatía a nivel cerebral: un déficit en el funcionamiento de la amígdala y la corteza prefrontal.
La amígdala, es una zona interior del cerebro que se encarga de las emociones básicas y de supervivencia (miedo, enojo, alegría, amor). Se ha visto, que, a diferencia de las personas comunes y corrientes, los psicópatas tienden a mostrar una menor actividad en la amígdala ante imágenes con contenido emocional (como delitos, imágenes tiernas). Esto, es un gran correlato para ciertos síntomas como la falta de emociones, y la constante necesidad de excitación. Por su parte, la corteza prefrontal, es una zona superficial del cerebro que se encarga control la conducta, regular emociones complejas, planificar a futuro y en la toma de decisiones. Esta zona, al igual que la amígdala, también tiene una menor activación en los psicópatas cuando se les compara con las personas comunes y corrientes. Esta menor actividad está relacionada al poco control conductual, a la nula sensación de culpa, remordimiento y empatía, la irresponsabilidad y al quebrantamiento de reglas.
Estos hallazgos recientes nos llevan también a preguntarnos: Si existe un componente biológico para la psicopatía, ¿Acaso podemos hacer algo para prevenirla? ¿Podemos hacer algo para tratarla?, o ¿una persona que nace con estas deficiencias cerebrales está condenada a una vida de delincuencia y criminalidad?
El futuro de la psicopatía: avances sobre el tratamiento de la psicopatía
Algo queda claro sobre la psicopatía: aún no se encuentran tratamientos exitosos para ella. La rehabilitación tradicional lejos de ayudar a trata la psicopatía puede empeorarlo, ya que puede darle más herramientas de los psicópatas para ser más exitosos en la sociedad, de esta forma, ser unos mejores depredadores sociales. Sin embargo, recientemente se ha visto que los tratamientos que buscar incidir en las emociones y empatía, son prometedores, especialmente cuando se trabaja desde edades tempranas, como en la niñez o la adolescencia.
Al respecto, Lykken, en su libro “Personalidades Antisociales” menciona, que a pesar de que los psicópatas presentan antecedentes biológicos, las intervenciones tempranas pueden resultar. Lykken ejemplifica esta idea con los perros Pitbull. Esta raza de perros, si bien tienen una predisposición biológica y genética a ser agresivos y peligrosos, lo cierto es que una adecuada socialización con otros perros puede hacerlos unos perros cariñosos. Lo mismo sucede con las personas menciona Lykken, uno niño que presenta rasgos de psicopatía y problemas conductuales a temprana edad, puede ser tratado al socializar adecuadamente con otros niños y adultos y enseñarle habilidades importantes como la empatía el pensamiento prosocial.
Si bien ya sabemos mucho sobre los psicópatas, sus características y antecedentes, aun nos falta investigar más para identificar formas de tratamiento funcionales. Sin duda, esta es el gran reto que los psicólogos forenses, criminólogos y trabajadores sociales tienen a futuro: identificar tratamientos eficaces; y para ello la investigación tiene un gran peso, pues gracias a ella, hemos avanzado a pasos agigantados para comprender el perturbador mundo de los psicópatas que nos rodean.
Referencias
Hare, R. D. (1999). Without conscience: The disturbing world of the psychopaths among us. Nueva York: Guilford Press.
Patrick, C. J. (Ed.). (2005). Handbook of psychopathy. Nueva York: Guilford Press.
viernes, 5 de enero de 2018
Por Julio Vega