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¿Y qué papel juega la psicología positiva contra la violencia?: Una pauta de acción para contrarrestar la violencia y promover el bienestar
Por Marisol Perez
domingo, 13 de mayo de 2018
¿Y qué
papel juega la psicología positiva contra la violencia?: Una pauta de acción para contrarrestar la violencia y promover el
bienestar
La psicología positiva es un
área relativamente emergente dentro la psicología como tal (Moyano, Bermúdez y
Ramírez, 2016). Aunque sus antecedentes se remontan a la psicología humanista en
la década de los 50 (Salanova Soria y Llorens Gumbau, 2016), es apenas en 1998 cuando se puede hablar de su reconocimiento formal
dentro de la Asociación Americana de Psicología. Y aunque la esencia de la
psicología positiva ya figuraba como parte de los objetivos de la psicología
como ciencia desde mucho antes, ésta se vio desplazada por el énfasis en el
tratamiento de los trastornos mentales y el estudio de sus causas y sus efectos
(Seligman y Csikszentmihalyi 2000). Así por un lado, la psicología se enfocó en
prevenir y curar lo patológico pero también descuidó la promoción de lo
salutogénico. Esta última tarea es retomada por la psicología positiva en el
afán de proporcionar un equilibrio y un panorama integral de la psicología
humana (Park, Peterson y Sun, 2013). Es decir la psicología positiva no niega
la existencia de lo negativo sino va más allá de ello y reconoce también la
existencia de lo positivo.
En este sentido, la
psicología positiva que puede ser definida como el estudio científico del funcionamiento
óptimo humano (Seligman y Csikszentmihalyi 2000) juega hoy un papel muy
importante en la promoción de la salud y el bienestar y por lo tanto en la
prevención de fenómenos sociales como la violencia.
Pero ¿Qué es la violencia?
¿Qué la causa? Y ¿Cómo prevenirla? Estas son preguntas difíciles de contestar
contundentemente pues la violencia es un fenómeno que ha sido estudiado y puede
ser analizado desde muchas perspectivas. La violencia que puede ser definida
como cualquier acción o inacción que tiene como finalidad causar daño (físico o
no) a otro ser humano (J. Sanmartin,
2000), es una realidad que puede observarse hoy día en diversos escenarios y
contextos; desde la violencia intrafamiliar, la violencia escolar, la violencia
de género, hasta los actos terroristas y las guerras, son sólo algunos ejemplos
que nos dicen que la violencia es un fenómeno social complejo que ocurre en muchos ámbitos en el mundo y nuestra sociedad.
Sin embargo, en un análisis conceptual, algunos
autores optan por diferenciar a la violencia de la agresividad el cual
es otro concepto objeto de estudio y debate en psicología.
En este sentido J.
Sanmartin (2000) considera que si bien la agresividad es una caracteristica
innata en el ser humano esto no significa que su manifestación sea siempre
inevitable y por lo tanto justificada por cuestiones biológicas. En otras
palabras el ser humano es agresivo por naturaleza pero puede ser violento o
pacifico dependiendo del contexto cultural en el que se desenvuelva (Alfonso
Varea y Castellanos Delgado, 2006). Está visión
sobre la violencia es más optimista puesto que por un lado permite considerar a
este fenómeno como algo ampliamente evitable (prevenible), y por otro, culturalmente
aceptable o inadmisible (aprendido/condicionado).
Con base en lo anterior, es
posible asegurar que existen vías para prevenir la violencia y por otra parte
inculcar que la violencia no es el camino. Ahora, ¿Qué podemos hacer como
sociedad para conseguir el objetivo anterior? ¿Qué puede hacer la psicología al
respecto? y ¿Qué papel juega la psicología positiva en todo esto? Siendo la
psicología la ciencia dedicada al estudio del comportamiento humano, tiene
mucho que aportar en términos de comprender los factores involucrados en la violencia,
atender a las víctimas de este fenómeno y generar campañas para reducir y
romper con el circulo de la violencia, sin embargo, la psicología no sólo
debería quedarse con la mera ausencia o inexistencia de la violencia sino
también debería ocuparse de la promoción de la paz y el bienestar. Y es que
como se ha mencionado anteriormente, un aspecto ignorado por mucho tiempo por
la psicología ha sido el de cultivar las fortalezas y promover el desarrollo
del potencial humano (Park, 2004). Este papel que ahora asume la psicología
positiva de manera científica, aunque directamente no lo parezca puede hacer
mucho para fomentar espacios y ambientes libres de violencia pero sobre todo
para hacer de la paz una fortaleza y cualidad de la sociedad.
Los cómos de la psicología positiva para abordar la
violencia, promover la paz y el bienestar
Pero ¿Cómo puede la
psicología positiva y el bienestar promover la paz e incluso ayudarnos a
combatir la violencia?
Una vez pronunciada la
psicología positiva como área digna de estudio, sus principales impulsores
Seligman y Csikszentmihalyi (2000) establecieron tres centros de trabajo para
estudiar y entender mejor que factores influyen en el desarrollo de una vida
plena, estos son: 1) Las experiencias positivas (emociones positivas,
experiencias de flow, felicidad); 2) Los rasgos individuales positivos (fortalezas
de carácter, talentos, valores) y; 3) Las instituciones positivas (escuelas,
familias, comunidades). A la postre, Seligman (2009) agregó a estos ejes de
trabajo una nueva vía: 4) Las relaciones interpersonales positivas (amigos,
matrimonios, compañeros). La lógica detrás de estas áreas de estudio es que las
instituciones positivas favorecen el establecimiento de relaciones positivas, y
estas a su vez favorecen el desarrollo de los rasgos positivos y al mismo
tiempo posibilitan las experiencias positivas (Park, Peterson y Seligman, 2004).
A continuación se describe
de manera breve cómo estas cuatro variables pueden ayudarnos a enfrentar el
tema de la violencia, promover la cultura de la paz y potenciar el bienestar.
Experiencias positivas
Estudios señalan que los
efectos de sentirnos bien o experimentar emociones positivas resultan en volvernos
más generosos, altruistas, ser más creativos, benevolentes con los demás y con
nosotros mismos (Aspinwall, 2001; Fredrickson, 2001; Vázquez y Hervás 2009). La construcción de estos recursos
personales, que incluyen aspectos cognitivo-conductuales, psicológicos y
sociales pueden explicarse a través de la teoría
de la ampliación y la construcción propuesta por Fredrickson (2001), la cual postula que las emociones
positivas (al contrario que las emociones negativas) amplían momentáneamente
nuestros repertorios de
pensamiento-acción lo que favorece el surgimiento de ideas y acciones
creativas y novedosas, y el establecimiento de vínculos sociales. Esta nueva
apertura cognitiva y conductual con el paso del tiempo termina a su vez por
construir recursos personales duraderos que sirven después para la
supervivencia y enfrentarse de manera más efectiva y positiva a la vida. Es decir, al fomentar las emociones positivas, no
sólo promovemos el bienestar sino también construimos recursos personales para
una convivencia más pacífica y sana.
Rasgos positivos
Por otro lado, Seligman y Peterson (2004) en
un intento por establecer un sistema de clasificación de cualidades o “rasgos
positivos” que sean la contraparte del Manual Diagnostico y Estadístico de los
Trastornos Mentales o DSM por sus siglas en inglés, desarrollaron investigación
que tomó aportes de la filosofía, las religiones y diversas culturas para su
realización. El resultado, arrojó un total de 24 fortalezas de carácter,
agrupadas en 6 virtudes. Dichas fortalezas se
caracterizan por: (1) Ser valoradas en todas las culturas; (2) Ser un fin y no
un medio en sí mismas y; (3) Pueden ser adquiridas. Entre dichas fortalezas se
encuentran la humildad, la amabilidad, la prudencia, el autocontrol, el perdón
y el altruismo, las cuales se han relacionado con una reducción de la violencia
y baja externalización de la agresividad (Cohrs, Christie, White y Das,
2013; Giménez, Vázquez y Hervás, 2010; Tweed,
Bhatt, Dooley, Spindler, Douglas y Viljoen, 2011). Asimismo, de manera general
se ha encontrado evidencia que señala que “un buen carácter” o la presencia de
estas fortalezas personales se relacionan con un menor índice de conductas de
riesgo (tabaquismo, abuso de sustancias), psicopatologías y disminución de la
violencia (Park, 2004) mientras que virtudes como la trascendencia y la
templanza podrían fomentar la paz (Peterson y Seligman, 2004). Así pues, las
fortalezas de carácter además de servir para resolver problemas (Park, Peterson
y Seligman, 2004) que se asocian a un malestar social, también podrían
contribuir al bienestar
y la paz.
Las
instituciones sociales como la familia, la escuela y la comunidad como tal
pueden jugar tanto el papel de factores de riesgo como factores de protección ante
la violencia (Moore, Stratford, Caal, Hanson, Hickman, Temkin, Schmitz,
Thompson, Horton y Shaw, 2014;
Lösel y Farrington, 2012); es decir mientras estas instituciones pueden
incrementar su probabilidad también pueden reducirla (Lösel y Farrington, 2012). Por esta razón es
que trabajar para construir y promover instituciones más sanas y positivas no
es sólo cuestión de bienestar sino también una manera de prevenir fenómenos
como la violencia.
Sin embargo, cabe aclarar que en línea con el
objetivo de la psicología positiva la meta no quedaría en mitigar o nulificar
la violencia sino ir más allá de ella y trabajar por la construcción de
cualidades como la armonía, la empatía y la humanidad (Cohrs,
Christie, White y Das, 2013). Y es que son estas estructuras sociales las que a
nivel individual puede ayudar a prevenir
el comportamiento violento pero también enseñar la cultura de la paz.
Relaciones positivas
Sin duda, una de las más grandes aportaciones
de la psicología positiva al estudio del bienestar y la felicidad, es el hecho
de que las relaciones positivas son un factor clave para tener una vida buena y
una vida con sentido (Waldinger, 2016). Del
mismo modo, también existe evidencia que respalda que los vínculos positivos
pueden fungir como factores protectores contra violencia y a su vez se
correlacionan negativamente con factores de riesgo asociados a ella, tales como
el abuso de alcohol y el abuso de sustancias (Haase
y Pratschke, 2010; Moore, et al., 2014). Así también, como podrá suponerse,
las personas que mantienen relaciones interpersonales positivas poseen una serie
de habilidades que los distingue, tales como la empatía, la resolución de
conflictos y la capacidad de negociación (Wied, Branje y Meeus, 2017), las
cuales podrían fomentarse en otros grupos para el establecimiento de relaciones
más sanas y positivas. En esta la misma línea, la evidencia sugiere que los
factores de protección son tan importantes como los factores de riesgo puesto
que si bien estos últimos tienen un impacto en la reducción con la violencia
(Moore, et al., 2014), los primeros como en el caso de las relaciones positivas
favorecen ambientes de armonía, tolerancia y de paz (Cohrs, Christie, White y
Das, 2013), incompatibles con la violencia.
Y que pude ofrecer la psicología positiva cuando la violencia
se ha presentado
Indudablemente, la
psicología positiva no solo se enfoca en emociones y experiencias como la
alegría, la felicidad y el bienestar y pasa por alto el hecho de que en el
mundo y en nuestra sociedad existen personas que han atravesado por situaciones
de violencia.
Ante el dolor y el
sufrimiento humano, la psicología positiva también ofrece recursos para
superarlos y florecer. Entre estas estrategias o recursos psicológicos positivos
se encuentran, la espiritualidad, la resiliencia, el crecimiento postraumático,
la vida con sentido y significado, las emociones positivas, las relaciones
positivas, el optimismo, la reevaluación positiva, la fe, la esperanza y el
amor, las cuales han demostrado por un lado amortiguar los efectos producidos
por el estrés y por otro dar un sentido diferente a las experiencias dolorosas
y traumáticas para ser utilizadas de manera positiva para el crecimiento
personal (Fredrickson 2001; Joseph, 2009; Park, Peterson y Sun, 2013; Seligman y Peterson 2004). Asimismo, estas experiencias, rasgos y
características positivas tienen la capacidad de incrementar y promover la
salud y el bienestar lo cual no equivale a la mera ausencia de problemas o
enfermedad (OMS, 1947).
Conclusiones
La violencia es un fenómeno
social complejo y de salud pública que tomando en cuenta un modelo ecológico
involucra tanto factores individuales, como interpersonales, comunitarios y
sociales (Reilly y Gravdal, 2012). Asimismo altos niveles de violencia en
algunos países comparado con otros sugieren que existen creencias, valores y
políticas que subyacen a una cultura de la violencia (Moore, et al., 2014) lo cual también indica
que existen distintos factores involucrados. Estos
factores pueden tanto incrementar la probabilidad de violencia (factores de
riesgo) como reducirla o incluso prevenirla antes de que aparezca (factores de
protección). Asimismo existe evidencia que señala que la probabilidad de
violencia disminuye conforme el número de factores de protección aumenta (Lösel
y Farrington, 2012). Estos factores de protección para la psicología positiva
tendrían que ver con cultivar y promover aspectos tales como las emociones
positivas, los rasgos positivos, las relaciones positivas y las instituciones
positivas las cuales contemplarían las variables señalas por el modelo
ecológico. Sin embargo, tomando en cuenta el modelo del déficit predominante en
psicología estos factores de protección y promoción de la salud estarían siendo
ignorados. En este
sentido el presente análisis pretende no sólo prestar atención a los factores
que pueden reducir la violencia desde la prevención sino también a aquellos que
pueden ayudar a erradicarla a través de la promoción del bienestar y una
cultura de la paz.
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