Archive for febrero 2015
Reeducar a los Hombres que Ejercen Violencia: ¿Realmente funciona?
La violencia hacia la mujer es una problemática social que afecta a mujeres alrededor de todo el mundo. Especialmente, la violencia hacia la pareja, suele ser una de sus manifestaciones con mayor frecuencia; sólo en México, en 2011, el 47% de las mujeres de 15 años y más sufrieron algún episodio de violencia por parte de su pareja (INEGI, 2013). Este problema está considerado como el principal obstáculo para lograr la igualdad de género, y su erradicación, sigue siendo uno de los desafíos más importantes de nuestra época.
Desde el surgimiento de la lucha por la disminución de la violencia hacia la mujer, los programas de prevención y atención estuvieron centrados en la víctima. Es recientemente, hace unos 10 años aproximadamente, que las miradas empezaron a enfocarse en el origen real del problema, en aquellos que ejercen las acciones violentas: lo hombres. A lo largo de todo este tiempo, se han desarrollado programas para su reeducación con diferentes enfoques, perspectivas y metodologías como una estrategia novedosa para la erradicación de las desigualdades de género, pero cuya efectividad, hasta el día de hoy, ha sido cuestionada.
Debido al estado de la efectividad de estas acciones, Espinosa, Giménez-Salinas, y Pérez (2013), realizaron una evaluación a un programa penitenciario de reeducación de hombres condenados por violencia hacia la pareja aplicado en varios estados europeos. El estudio se realizó con un grupo experimental y un grupo control, la muestra experimental estuvo compuesta por 635 participantes y el grupo control por 135 personas. Se aplicaron alrededor de 10 instrumentos pre y post tratamiento que medían diferentes variables relacionadas a la violencia de pareja. Posteriormente, se realizó un análisis del grupo experimental por separado y fue comparado con los resultados del grupo control (se redujo la muestra experimental a un número proporcional y con características homogéneas al grupo control para su comparación).
Estos son las áreas con mejorías significativas del grupo experimental por separado (efectividad del programa).
- Atribución de responsabilidad. Los resultados indicaron niveles significativos de cambios después del tratamiento en el sentido de un mayor reconocimiento del delito y de la propia responsabilidad en el mismo.
- Sistema de creencias. Los participantes mostraron significativamente menos pensamientos sexistas. Se observaron cambios en la disminución de los pensamientos y las manifestaciones hostiles sobre la supuesta inferioridad de la mujer. Así mismo, los celos patológicos mostraron una clara disminución.
- Abuso emocional. Los análisis mostraron una disminución significativa en el control excesivo, la indiferencia hostil y las estrategias de dominación e intimidación de los hombres sobre la pareja.
- Resolución de conflictos. Los hombres que participaron en el programa aumentaron significativamente sus estrategias de negociación al resolver conflictos de pareja y disminuyeron sus estrategias de agresión psicológica y lesiones.
- Ira. Los datos mostraron que los hombres exteriorizan menos su ira y son capaces de controlarla en mayor medida y por consiguiente, la expresan de forma menos hostil hacia los demás.
- Personalidad. Los hombres del programa mostraron significativamente menor impulsividad y temeridad y una mayor empatía.
Estos resultados sobre la efectividad del programa fueron complementados con el análisis de la comparación entre el grupo experimental y el grupo control, para comprobar que los resultados anteriores no se debieron al azar y sí, por el tratamiento. Se encontró una relación significativa con las siguientes variables.
- Atribución de la responsabilidad
- Sistema de creencias sexistas.
- Impulsividad
Adicionalmente se encontraron diferencias (aunque no estadísticamente significativas) es las variables de abuso emocional y control y expresión de la ira.
En conclusión, se puede observar que los programas de reeducación de hombres que ejercen violencia hacia su pareja pueden ser significativamente eficaces, siempre que se realice con una metodología sistematizada.
Otro de los aciertos de este tipo de programas es que inciden sobre variables importantes para la disminución de la violencia de género, esto es, sobre la atribución de la responsabilidad y la reestructuración de los sistemas de creencias hegemónicas sobre la masculinidad y feminidad. Una de las principales consideraciones en el trabajo con hombres es que este, debe tener el objetivo de lograr que los hombres se responsabilicen de su ejercicio de violencia, ya que se considera que la violencia de género (y por tanto, hacia la pareja), no son una “enfermedad” o una cuestión del “ser” de los hombres, sino que es una cuestión del “hacer”. Si se considerara la violencia de género como una enfermedad o trastorno mental, los hombres no serían responsables de ejercer violencia, pues lo sería debido a su condición, algo sobre lo que no pueden controlar. Existen diversos estudios que avalan que la violencia es aprendida, por lo tanto es algo que pueda desaprenderse, de allí que el trabajo se base en reeducar a los hombres y en hacerlos responsables de sus acciones. Así mismo, el tema de la violencia de pareja y de género tienen su origen en la construcción hegemónica de la masculinidad y feminidad, por lo tanto, la reeducación va en ese mismo sentido: en reestructurar su masculinidad
Este trabajo con hombres desde lo individual es importante, pero, evidentemente, es insuficiente. Es necesario que los sistemas sociales, políticos y económicos contemplen cuestiones de género y que la política pública se incluya la prevención, atención y erradicación de la violencia de familiar, doméstica y de género como un eje importante. Solo así las acciones individuales tendrán una repercusión a nivel comunitario.
Referencias
Ramírez, M., Giménez-Salinas Framís, A., & de Juan Espinosa, M. (2013). Evaluación de la eficacia del programa de tratamiento con agresores de pareja (PRIA) en la comunidad Psychosocial Intervention, 22 (2), 105-114 DOI: 10.5093/in2013a13sábado, 28 de febrero de 2015
Por Unknown
Pandillas y Bandas Juveniles
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, 2002) señala que en el mundo hay 1.200 millones de jóvenes de entre 10 y 19 años de edad, la mayor generación de adolescentes de la historia. Muchos de ellos llevan las riendas de un hogar, cuidan de hermanos pequeños y de progenitores enfermos, educan a sus compañeros sobre los desafíos de la vida y la mejor manera de protegerse frente a las enfermedades, entre ellas el SIDA, y sobre las conductas peligrosas.
Sin embargo, existen jóvenes que encuentra en los actos antisociales y delictivos, la forma de expresarse y resolver fácilmente situaciones familiares desventajosas. En este sentido se detecta que la falta de políticas públicas, la creciente descomposición social, la pobreza, la falta de oportunidades y la pérdida de la comunicación familiar, ponen en riesgo a los jóvenes, pues aunado a la etapa de desarrollo que atraviesan, en la que la búsqueda de la autoridad y el desafío a la autoridad los hace propensos a cometer delitos a temprana edad (Barraza Pérez, 2008).
Algunos adolescentes pueden realizar conductas antisociales que consisten en actos que violan la ley y que implican infracciones que pueden ir desde crímenes, asaltos, robos, hasta fechorías graves como vagancia, intoxicación y conductas que son ilegales en función del adolescente, como comprar alcohol y fugaz del hogar (Alcántara Nogal, 2001). Por lo que el mayor peligro es que la delincuencia juvenil, se convierta en un modo de vida para los jóvenes que no encuentran otras alternativas en el medio donde se desenvuelven.
Rodríguez-Manzanera (2004), propone que en la delincuencia juvenil pueden encontrarse toda una gama de la criminalidad, desde el pequeño robo hasta el homicidio agravado, pues en dicha etapa del desarrollo sobre todo en la adolescencia, ya se tiene la fuerza para cometer delitos contra las personas (lesiones, homicidios) y la capacidad para los delitos sexuales (violación y estupro). Sin embargo recalca, que el adolescente es influenciable y que su deseo de libertar y prepotencia, lo pueden llevar a cometer actividades antisociales. La criminalidad en menores en general se comete en grupo, la diferencia de estar en un grupo o actuar solo, tiene que ver con la motivación del delito y la naturaleza del mismo.
Una de las temáticas importantes en cuanto a los actos antisociales entre jóvenes, tiene que ver con las bandas juveniles y las pandillas. Para entender este tema, resulta importante aclarar la diferencia y relación entre estos temas.
Según Perea Restrepo (2007) las diferencias entre pandillas y bandas son las siguientes:
Banda Juvenil
Representa un modelo de sociabilidad que organiza el espacio y el tiempo de la vida cotidiana, es percibida por sus miembros, como una segunda familia o escuela de vida. Con respecto a las personas que conviven con los chicos banda, esta es tomada en cuenta por las organizaciones populares, las corporaciones del gobierno, los medios de comunicación y por el mercado (Feixa Pàmpols, 2012; Ibañez Peinado, 2012).
Se ubican principalmente en la periferia de las grandes ciudades y mantiene vínculos profundos con el territorio, cuya defensa es el motivo de conflictos endémicos con otras bandas (Feixa Pàmpols, 2012). Los lugares de preferente formación y actuación, son los barrios menos favorecidos, en los que falta el trabajo, el absentismo escolar, la escasa vigilancia tanto de los padres como de las diferentes instituciones sociales, municipales, provinciales, comunitarias o estáteles; dichas condiciones, hacen que se encuentren los pares de iguales y su ociosidad sin límites les predispone, inclina o incitan a la violencia y a la delincuencia (Ibañez Peinado, 2012).
Pandillas
Es un fenómeno social nacional e internacional, pero más que eso, producto del hacinamiento humano que se presenta generalmente en las grandes ciudades, generando condiciones para su surgimiento, proliferación y sostenimiento (Barraza Pérez, 2008).
Anteriormente, se mencionó que una de las diferencias entre una pandilla y una banda juvenil, tiene relación con la norma jurídica. En México, el Código Penal Federal (2014), en el Titulo Cuarto, Capítulo IV Artículo 164Bis indica: Se entiende por pandilla, para los efectos de esta disposición, la reunión habitual, ocasional o transitoria, de tres o más personas que sin estar organizadas con fines delictuosos, cometen en común algún delito” y en el 164 señala: “Al que forme parte de una asociación o banda de tres o más personas con propósito de delinquir, se le impondrá prisión de cinco a diez años y de cien a trescientos días multa (H. Congreso de la Unión, 2014).
Al igual que las bandas juveniles, las pandillas se presentan en contextos socioeconómicos bajos, en los que la pobreza extrema es un factor decisivo que propicia que los jóvenes delincan y se unan a este tipo de agrupaciones. Por lo general en las familias de los jóvenes pandilleros se presentan drogadicción, alcoholismo y delincuencia. Se encuentran marcados por violencia, falta de comunicación, escasa vigilancia y disciplina (Mejía Navarrete, 2001).
La pobreza es una situación social que se convierte en un detonante importante en las familias y en la vida de los niños y jóvenes que la padecen, pues los niños que son maltratados y explotados por sus familias, cuyas edades van de los 7 a los 12 años, no tiene posibilidades de realizar algún oficio y toman la calle como su alternativa, en la que se encuentran con otros similares a ellos que los inducen al consumo, tráfico de drogas, planear robos, asaltos y dar inicio a prematuras prácticas sexuales Por lo tanto, una característica predominante del menor infractor mexicano es sin duda la segregación originada por la pobreza.
Otro factor importante a considerar es el relacionado al gobierno y las instituciones, pues el tratamiento inadecuado del problema de la delincuencia juvenil y el pandillerismo, la falta de políticas para la juventud (Barraza Pérez, 2008) y la falta de oportunidades educativas y laborales, provocan que el adolescente que se encuentra en barrios y colonias que presentan necesidades, busque en las pandillas ya conformadas, apoyo y protección, que les permitan sobrevivir en un entorno social marcado por la carencia.
En las pandillas se observan las características de los grupos primarios: lealtad, sacrificio por los otros miembros del grupo, pero sobre todo respeto por las reglas establecidas, se castiga a quien las quebranta, incluso con la muerte. El miembro de la pandilla está casi completamente controlado por la fuerza de la opinión del grupo (Trasher, 1960, en Mateo, C. y González, C, 1998).
Por lo tanto, la adscripción a las pandillas no está directamente relacionada con la pretensión de obtener un beneficio económico, más bien los jóvenes declaran satisfacer en la pandilla necesidades personales que dejaron descubiertas sus familias, como el reconocimiento y la autonomía. La lucha entre las pandillas por controlar y dominar los territorios, cuya dinámica de control y de reunión no suele ser oculta; al contrario, las pandillas suelen apropiarse de espacios abiertos y visibles a todos los que conviven en él. Esta visibilidad forma parte del control que desean demostrar y que en muchos casos ciertamente tienen sobre el territorio y sus habitantes (Rodríguez Bolaños y Sanabria León, 2007).
En algunos jóvenes, la pertenencia a la pandilla y la delincuencia es algo transitorio, utilizado para llamar la atención a falta de autodominio, mientras que para otros se convierte en norma de vida. Cuanto más joven sea el delincuente, más probabilidades, habrá de que reincida, y los reincidentes, a su vez, son quienes tienen más probabilidades de convertirse en delincuentes adultos. (Jiménez Ornelas, 2005; Ibañez Peinado, 2012).
El tema del pandillerismo y las bandas juveniles, resulta interesante en muchos niveles, pues permite conocer y explorar la realidad social en la que viven ciertos sectores de la población, identificando los factores presentes en ella, que pueden ocasionar la génesis de problemas sociales y de seguridad pública. La delincuencia juvenil, las bandas y el pandillerismo, no son fenómenos nuevos, sin embargo, la complejidad de su estudio va más allá de la identificación de los factores involucrados en su dinámica y las características particulares de los jóvenes involucrados en ellos.
Al identificar los compontes y el perfil del delincuente juvenil, podemos comprender mejor la necesidad de agrupación que presenta, ya sea por la etapa de desarrollo o por otros factores de riesgo presentes en su contexto. Lo cual resulta importante al momento de describir a la banda juvenil (delictiva o no delictiva) y/o pandilla a la que puede llegar a unirse. Otro aspecto importante es la diferenciación entre la banda y la pandilla, que si bien tienen muchos aspectos en común (como el territorio, la estructura y las zonas donde se desenvuelven), están diferenciados por características muy claras como son la tipificación legal y las actividades delictivas, así como el grado y frecuencia de las mismas.
Resulta importante destacar que el hecho de que un joven forma parte de la una banda o pandilla, no es necesariamente el predictor de su conducta delictiva adulta, pues algunos autores señalan que muchos de los jóvenes que forman parte de las bandas o pandillas, se alejan de ellas a medida que van creciendo y pueden ser capaces de adaptarse a las normas sociales, que como adolescente rechazaba. Uno de los peligros más importantes asociados a la edad de los miembros de la padilla, es la prevalencia de hombres o mujeres adultos que comienza a dirigir a jóvenes con estructuras familiares y sociales pobres, convirtiéndolos en una población vulnerable a ser manipulada.
Los programas de intervención diseñados por el gobierno o particulares, deberá considerar el origen multifactorial de este fenómeno social, como es la condición economía, las oportunidades de escuela y trabajo, las condiciones de rezago, la violencia interfamiliar, los aspectos psicológicos del adolescente y los individuales, las adicciones y las falta de espacios institucionales y físicos, que fomenten actitudes, creencias y valores en la población vulnerable, que se encuentra en peligro de unirse a una pandilla por su propia voluntad o en contra de la misma.
Referencias
Jiménez Ornelas, R. (2005). La delincuencia juvenil: fenómeno de la sociedad actual Papeles de Población, 11 (43), 215-261
Mateo, C., & González, C (1998). Bandas juveniles: violencia y moda Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 4 (1), 229-247
Mejía Navarrete, J. (2001). Factores sociales que explican el pandillerismo juvenil Sociología, 9, 129-148
Alcántara Nogal, E. (2001). Menores con Conducta Antisocial. México: Porrúa. 2014código penal federal .http://info4.juridicas.unam.mx/ijure/tcfed/8.htm?s
Barraza Pérez, R. (2008). Delincuencia juvenil y pandillerismo. México: Porrúa.
Feixa Pàmpols, C. (2012). De jóvenes, bandas y tribus. (5a ed.). España: Planeta
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. (2002). Adolescencia una etapa fundamental. UNICEF. Recuperado de: http://www.unicef.org/spanish/publications/files/pub_adolescence_sp.pdf
Ibañez Peinado, J. (2012). Psicología e investigación criminal. La delincuencia especial. España: Dykinson, S.L.
México. Código Penal Federal. H. Congreso de la Unión, Cámara de Diputados. 14 de Julio de 2014. Recuperado de: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/9_140714.pdf
Perea Restrepo, C. (2007). Con el diablo dentro. Pandillas, tiempo paralelo y poder. México: Siglo XXI
Rodríguez Manzanera, L. (2004). Criminalidad de Menores. México: Porrúa.
Rodríguez Bolaños, J y Sanabria Leon, J. (2007). Maras y Pandillas, Comunidad y Policía en Centroamérica. Costa Rica: Demoscopia.
Rodríguez Manzanera, L. (2004). Penología. México: Porrúa.
La violencia, ¿Problema mundial de Salud Pública?
Muchos hemos leído y escuchado en los textos gubernamentales y de asociaciones civiles que la violencia es considerada un problema de salud pública, pero ¿Qué significa esto? ¿Por qué debe considerarse así, y no un problema de seguridad pública?
El texto que les compartiré hoy, es un documento obligatorio para todos aquellos interesados en comprender y estudiar la violencia en cualquiera de sus expresiones, el Informe Mundial sobre la Violencia y Salud. Este documento fue emitido por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en el año de 2002 y en su contenido se estableció que la violencia alrededor del mundo debía
considerarse como un problema de salud pública.
Pero, ¿Qué significa esto? El objetivo de esta reseña es exponer porque la OPS ha considerado el fenómeno de la violencia como un tema relevante para la salud y porque debe ser considerado un problema de salud pública, más que de seguridad.
El informe se sustenta en datos basados en evidencia científica, que ayuda al entendimiento del fenómeno de la violencia que se relaciona a múltiples factores. Plantean la definición y tipología de la violencia, para sistematizar la producción de información con respecto al problema, así como también, brindar al lector un foco de atención sobre los factores que pueden ser estudiados para plantear acciones de prevención.
Los puntos centrales a considerar son:
- El modelo de Salud Pública empezó a cobrar importancia en los años 80 como una herramienta útil en respuesta a la violencia. Visibiliza la violencia como un problema que debe ser atendido interdisciplinariamente ayudado de la medicina, la epidemiología, la sociología, psicología, criminología, pedagogía y economía.
- Pone de manifiesto 4 pasos fundamentales para utilizar el enfoque de Salud Pública:
- La violencia se puede definir como la acción de intencionalidad, fuerza, poder físico en hecho o amenaza contra uno mismo, otra persona, grupo o comunidad, que cause o tenga probabilidades de causar lesiones, muerte, daño psicológico, trastornos de desarrollo y privaciones. Esta definición hace hincapié en la intencionalidad y en el factor social y de aprendizaje que caracteriza a la violencia.
- El modelo ecológico está relacionado con el enfoque de Salud Pública; con él, se busca identificar los factores que inciden en la probabilidad de que existan comportamientos violentos, entre ellos están: factores individuales, relacionales, sociales, culturales y ambientales. En la medida que se analice la importancia de estos factores y cómo se vinculan entre sí en los diversos tipos de violencia, se podrán crear acciones preventivas más efectivas.
En conclusión, el informe aborda el problema de la violencia como un fenómeno mundial que atenta contra la salud y el bienestar de las personas. En México, la violencia se ha convertido en una de las principales causas de muerte, heridas y lesiones tanto momentáneas como permanentes, las cuales dejan a la víctima incapacitada para realizar funciones que permitan su pleno desarrollo , incluso de supervivencia, afectando así todas las esferas vitales del individuo. Es por ello, que la violencia debería entenderse como un problema de salud pública, porque además de las secuelas físicas y psicológicas en las victimas, además tiene secuelas macroeconómicas, debido a que el costo de salud se ha elevado a partir del aumento de los casos.
Para entender la violencia, la OPS propone que si es visto desde un modelo de Salud Pública, se podrían establecer propuestas concretas que busquen mejorar la calidad de vida de las personas, el bienestar y por lo tanto la salud física y mental. Si es visto como un problema de salud, se podrían hacer aproximaciones al fenómeno desde los 4 pasos antes mencionados, atendiendo la problemática desde la investigación, la atención y la prevención.
Se considera importarte invertir menos en acciones reactivas (compra de patrullas, armas, entre otros) e invertir más en prevención considerando que el sector de salud podría utilizar el dinero asignado para que las víctimas de la violencia también tengan una atención integral e incluso puedan acceder a programas de prevención. Es en el sector de salud donde se atienden a las víctimas en primera instancia, incluso más que aquellas que llegan a denunciar a los Ministerios Públicos.
Es indispensable, que además de la OPS y la OMS, otras instituciones gubernamentales y no gubernamentales den cuenta de sus experiencias en la prevención e intervención de la violencia en cualquiera de sus manifestaciones.
El texto brinda ejemplos sobre esas experiencias exitosas en cuanto a prevención de la violencia, lo que ayuda a comprender como en otros países, que se han visto azotados por el elevado índice de homicidios y hechos violentos, han podido reducir los casos y atender a la población de manera integral.
Referencia
Krug, E., Mercy, J., Dahlberg, L., & Zwi, A. (2002). El informe mundial sobre la violencia y la salud. Biomédica, 22 DOI: 10.7705/biomedica.v22iSupp2.1182
El lado oscuro de la Oxitocina: Cuando la hormona del amor lleva a la violencia de pareja
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La hormona del amor. Así es como popularmente se le conoce a la oxitocina. Una hormona ya conocida y estudiada desde hace poco más de 80 años. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas con respecto a la oxitocina. Si bien se cree que esta hormona es la responsable de muchas conductas prosociales y positivas (como el apego maternal o en las relaciones de pareja), esta también tiene su lado oscuro. Recientemente un artículo publicado en la revista Social Psychological and Personality Science determinó que existe una relación entre los niveles de oxitocina y la violencia de pareja (IPV por sus siglas en inglés).
Estudio científicos publicados sobre oxitocina, y sobre violencia de pareja (Fuente: Pubmed). |
Ciertamente DeWall y sus colegas (2014) aportan mucho a la comprensión de la violencia de pareja, el rol de la oxitocina en los diversos comportamientos y por supuesto, la interacción entre ambos. Estos investigadores intentaron determinar el papel que juega la oxitocina en la predisposición de la violencia de pareja entre personas con y sin tendencias agresivas. Para ello, dividieron el grupo de participantes en dos grupos: uno que recibiría una dosis intranasal de oxitocina, y otro que recibiría una dosis intranasal de un placebo. Adicionalmente, determinaron cuáles participantes tenían una predisposición a la agresividad, así como su estatus de pareja. Posteriormente les hicieron hacer tareas que les generara estrés, para después medir su predisposición a realizar conductas propias de la violencia de pareja.
La predisposición a la agresión física interactúa con la oxitocina para predecir mayor uso de violencia de pareja. |
Sin duda los resultados nos hacen pensar en nuevos factores que no se habían contemplado antes en el estudio de la violencia de pareja (como sus correlatos neurobiológicos y hormonales), ni en el estudio de la oxitocina (como su relación con conductas agresivas y antisociales). Esperemos que pronto estos resultados puedan traducirse a nuevos tratamientos y modelos de prevención de la violencia de pareja (¿quizás terapias que busquen incidir en el lazo y apego de la pareja agresiva?). Sin duda es algo que necesitamos ¡Ya!, porque recuerden: según datos de la OCDE (2013), entre todos los países que la integran, México es el país con mayor porcentaje violencia de pareja (47% de las mujeres mexicanas afirman haber sido víctimas de violencia).
Resultados de la OCDE sobre violencia de pareja en los países que la integran. |
Referencias:
DeWall, C., Gillath, O., Pressman, S., Black, L., Bartz, J., Moskovitz, J., & Stetler, D. (2014). When the Love Hormone Leads to Violence: Oxytocin Increases Intimate Partner Violence Inclinations Among High Trait Aggressive People Social Psychological and Personality Science, 5 (6), 691-697 DOI: 10.1177/1948550613516876
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. (2013). How's Life? 2013: Measuring Well-being. OECD Publishing. doi:10.1787/9789264201392-en
sábado, 7 de febrero de 2015
Por Julio Vega