Archive for octubre 2017

La ciencia vs los estilos de aprendizaje




Si eres docente o estás inmerso en el área de la educación (u otras áreas relacionadas) probablemente has escuchado acerca de los estilos de aprendizaje. Es probable que la idea de que “existen alumnos que son visuales y aprenden mejor con un video que escuchando al maestro”  te suene lógico aunque no seas un profesional de la educación.

¿Qué pasaría si te dijera que no existe evidencia científica que respalde el uso de los estilos de aprendizaje?

Hace unas semanas, platicando con un colega sobre cómo algunos de mis compañeros de clase de la Especialización en Docencia, se han obsesionado con el uso de los estilos de aprendizaje en sus centros de trabajo, me recomendó leer  el artículo de Kirschner (2017) que precisamente clarifica los problemas que existen en torno a este tema.

En esta publicación haré un resumen de este artículo, que recientemente se publicó como comentario invitado en la revista Computers & Education. He organizado la información en 4 partes, que se desarrollan a continuación:

Los estilos de aprendizaje.
De forma breve, la teoría acerca de los estilos de aprendizaje establece que existen diferencias en las características de las personas en cuanto a su forma de aprender, y que si adaptamos la instrucción educativa de acuerdo a ellas potencializaremos el aprendizaje en los estudiantes. Es decir, si un alumno tiene un estilo auditivo, aprenderá mejor si escucha al profesor que si se le pide identificar las ideas principales de la lección en el libro de texto. Esta idea es atractiva, ya que de este modo se consideran las diferencias de los estudiantes, propiciando un clima de inclusión. No obstante, existen problemas importantes sobre el uso de los estilos de aprendizaje

1. El problema de la clasificación:
De acuerdo a los modelos que explican los estilos de aprendizaje, los estudiantes pertenecen a un grupo específico de estilo de aprendizaje (por ejemplo: los que son visuales o los que son auditivos); sin embargo, las características de las personas en las diferentes dimensiones del ser humano, son un continuo y no categorías específicas y concretas. Por ejemplo, consideremos los estilos concretos vs abstractos. En la figura 1, la teoría indicaría que los sujetos A y B son concretos y C y D son abstractos, ya que ambos se ubican de un lado u otro de la media (µ).


Sin embargo, al observarlas en un continuo (figura 2), que es como realmente se presentan las diferencias en las personas, vemos que los sujetos B y C están en una posición cercana, lo que implica que éstos no tienen diferencias extremas, como se plantea desde la teoría de los estilos de aprendizaje.  


Otro problema tiene que ver con el número de clasificaciones. Se ha llegado a establecer 49 estilos diferentes que se combinan y relacionan (por ejemplo, en el Learning Style  Analysis, uno de los instrumentos más complejos para medir los estilos de aprendizaje). Si consideramos tan sólo 30 variables dicotómicas (por ejemplo visual – auditivo) entonces hay 1, 073, 741, 842 estilos de aprendizaje diferentes. Son incluso más que la cantidad total de habitantes estimados en México. Es decir, hay al menos un estilo por cada persona. Si lo consideramos de forma práctica, en un aula de 35 alumnos tendríamos 35 estilos distintos de aprendizaje, por lo que tendríamos que adaptar la forma de enseñar de 35 formas distintas en cada lección. Además, esta cantidad hace que este sistema sea tan poco claro, que no sería sencillo etiquetar a los alumnos en un estilo particular.

2. El problema de la validez:
Pese a que existen instrumentos para medir los estilos de aprendizaje y de la amplia literatura al respecto, la realidad es que no hay una manera confiable y válida para establecerlos. Coffield y otros (2004, en Kirschner, 2017), evaluaron las propiedades psicométricas básicas de 13 instrumentos utilizados con más frecuencia para medir los estilos de aprendizaje, encontrando que ninguno de ellos cuenta con todos estas propiedades (Tabla 1).


Por otro lado, la forma popular en la que se miden los estilos de aprendizaje, es a través de la autoevaluación. Es decir, que las personas indican las formas en las que prefieren aprender y con ello, se les encasilla en uno u otro estilo. No obstante, hay estudios que demuestran que los jóvenes a menudo mienten cuando reportan sus propias conductas. Además, se ha encontrado, que muy pocas veces se correlaciona la preferencia del alumno con sus habilidades reales. Por ejemplo, los estudiantes que reportaron preferir la información visual, tenían deficiencias reales en su capacidad espacial.
Otro inconveniente con la autoevaluación es que, cuando una persona reporta que prefiere aprender de cierta forma, no significa que ésa sea la mejor forma para ellos. Por ejemplo, que un niño prefiera cenar dulces, no significa que sea lo mejor para él. En un metaanálisis (Clark, 1982 en Kirschner, 2017) se encontró que los estudiantes que indicaron preferencia hacia cierta forma de estudiar, no mejoraron su rendimiento académico cuando estudiaron de ésta forma, y que incluso en algunos casos, el rendimiento empeoró.

3. El problema del método:
Para determinar si una persona visual aprende mejor con video que escuchando un programa de radio, no basta con estudios de simple correlación. Una investigación adecuada debe realizarse considerando: a) determinar los estilos de aprendizaje y la adaptación de la instrucción educativa; b) distribuir aleatoriamente  a los participantes en dos grupos; uno donde coincidan su estilo de aprendizaje con la la forma de presentar la información (por ejemplo, verbales a los que se les enseñe con textos), y otro donde el tema se presente de una forma contraria a su estilo (por ejemplo, verbales a los que se les enseñe con un video); y c) poderle a ambos grupos la misma prueba de evaluación.
Considerando esta metodología, diversos estudios[1] han encontrado que no existe relación entre el tipo de actividad con el que se enseña (según su estilo) con el desempeño académico.

4. El problema del uso.
Se ha mencionado anteriormente que el objetivo de determinar qué estilo de aprendizaje se tiene, es el de adaptar la instrucción educativa de acuerdo a ello, de tal forma que se consideren las diferencias de los alumnos y se garantice un aprendizaje adecuado. Por ejemplo, un estudiante con estilo verbal, aprendería mejor leyendo el libro de texto que escuchando un podcast.
Algunos problemas al respecto se han planteado anteriormente. La existencia de la enorme cantidad de clasificaciones posibles y su complejidad, dificultan ésta tarea. Por otro lado, la falta de instrumentos y métodos válidos y confiables para determinarlos, implican que la primera tarea para lograr este objetivo no es posible de completarla.
Sin embargo, el mayor problema está en que no existe tal relación entre los estilos de aprendizaje, la forma en la que se proporciona la información y el rendimiento académico. Por ejemplo, los modelos teóricos de los estilos de aprendizaje, indican que las personas que aprenden mejor a través de ejemplos son de estilo concreto, en tanto que aquellos que aprenden mejor con información más compleja son de estilo abstracto. Sin embargo, no existe evidencia rigurosa que explique esta relación. An y Carr (2017) concluyen que en realidad, depende de los conocimientos previos y el nivel de experticia. Aquellos que no conocen suficiente sobre un tema aprenden mejor con ejemplos concretos, ya que no tienen el conocimiento para comprender información más compleja. En tanto que los expertos no requieren de ejemplos, sino que son capaces de comprender textos abstractos.

Conclusión
No cabe duda de que existen diferencias individuales en los estudiantes y que probablemente éstas, influyan en su rendimiento y en la forma en la que aprenden. Sin embargo, los estilos de aprendizaje no son  la mejor forma de entenderlos ni el mejor marco teórico que se puede usar para potenciar, modificar o considerar éstas diferencias a favor del aprendizaje.




[1] En el artículo original se pueden consultar las referencias a dichos estudios.


Referencias

An, D., & Carr, M. (2017). Learning styles theory fails to explain learning and achievement: Recommendations for alternative approaches. Personality and Individual Differences, http://dx.doi.org/10.1016/j.paid.

Kirschner, P. A. (2017). Stop propagating the learning styles myth. Computers & Education, 106, 166-71. 









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