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La ciencia vs los estilos de aprendizaje
Si eres docente o estás inmerso en
el área de la educación (u otras áreas relacionadas) probablemente has
escuchado acerca de los estilos de aprendizaje. Es probable que la idea de que “existen alumnos que son visuales y aprenden
mejor con un video que escuchando al maestro” te suene lógico aunque no seas un profesional
de la educación.
¿Qué pasaría si te dijera que no existe
evidencia científica que respalde el uso de los estilos de aprendizaje?
Hace unas semanas, platicando con
un colega sobre cómo algunos de mis compañeros de clase de la Especialización
en Docencia, se han obsesionado con el uso de los estilos de aprendizaje en sus
centros de trabajo, me recomendó leer el
artículo de Kirschner (2017) que precisamente clarifica los problemas que existen en
torno a este tema.
En esta publicación haré un resumen
de este artículo, que recientemente se publicó como comentario invitado
en la revista Computers & Education. He organizado la información en 4 partes, que se desarrollan a continuación:
Los estilos de aprendizaje.
De forma breve, la teoría acerca de
los estilos de aprendizaje establece que existen diferencias en las
características de las personas en cuanto a su forma de aprender, y que si
adaptamos la instrucción educativa de acuerdo a ellas potencializaremos el
aprendizaje en los estudiantes. Es decir, si un alumno tiene un estilo auditivo, aprenderá mejor si
escucha al profesor que si se le pide identificar las ideas principales de la lección
en el libro de texto. Esta idea es atractiva, ya que de este modo se consideran
las diferencias de los estudiantes, propiciando un clima de inclusión. No
obstante, existen problemas importantes sobre el uso de los estilos de
aprendizaje
1. El problema de la clasificación:
De acuerdo a los modelos que
explican los estilos de aprendizaje, los estudiantes pertenecen a un grupo
específico de estilo de aprendizaje (por ejemplo: los que son visuales o los que son auditivos); sin embargo, las
características de las personas en las diferentes dimensiones del ser humano, son
un continuo y no categorías específicas y concretas. Por ejemplo, consideremos
los estilos concretos vs abstractos. En
la figura 1, la teoría indicaría que los sujetos A y B son concretos y C y D son abstractos,
ya que ambos se ubican de un lado u otro de la media (µ).
Sin embargo, al observarlas en un continuo (figura 2), que es como realmente se presentan las diferencias en las personas, vemos que los sujetos B y C están en una posición cercana, lo que implica que éstos no tienen diferencias extremas, como se plantea desde la teoría de los estilos de aprendizaje.
Otro problema tiene que ver con el
número de clasificaciones. Se ha llegado a establecer 49 estilos diferentes que
se combinan y relacionan (por ejemplo, en el Learning Style Analysis, uno de los instrumentos más
complejos para medir los estilos de aprendizaje). Si consideramos tan sólo 30
variables dicotómicas (por ejemplo visual
– auditivo) entonces hay 1, 073, 741, 842 estilos de aprendizaje
diferentes. Son incluso más que la cantidad total de habitantes estimados en
México. Es decir, hay al menos un estilo por cada persona. Si lo consideramos
de forma práctica, en un aula de 35 alumnos tendríamos 35 estilos distintos de
aprendizaje, por lo que tendríamos que adaptar la forma de enseñar de 35 formas
distintas en cada lección. Además, esta cantidad hace que este sistema sea tan
poco claro, que no sería sencillo etiquetar a los alumnos en un estilo
particular.
2. El problema de la validez:
Pese a que existen instrumentos
para medir los estilos de aprendizaje y de la amplia literatura al respecto, la
realidad es que no hay una manera confiable y válida para establecerlos.
Coffield y otros (2004, en Kirschner, 2017), evaluaron las propiedades
psicométricas básicas de 13 instrumentos utilizados con más frecuencia para medir
los estilos de aprendizaje, encontrando que ninguno de ellos cuenta con todos
estas propiedades (Tabla 1).
Por otro lado, la forma popular en
la que se miden los estilos de aprendizaje, es a través de la autoevaluación.
Es decir, que las personas indican las formas en las que prefieren aprender y
con ello, se les encasilla en uno u otro estilo. No obstante, hay estudios que
demuestran que los jóvenes a menudo mienten cuando reportan sus propias conductas.
Además, se ha encontrado, que muy pocas veces se correlaciona la preferencia
del alumno con sus habilidades reales. Por ejemplo, los estudiantes que
reportaron preferir la información visual, tenían deficiencias reales en su
capacidad espacial.
Otro inconveniente con la
autoevaluación es que, cuando una persona reporta que prefiere aprender de
cierta forma, no significa que ésa sea la mejor forma para ellos. Por ejemplo,
que un niño prefiera cenar dulces, no significa que sea lo mejor para él. En un
metaanálisis (Clark, 1982 en Kirschner, 2017) se encontró que los estudiantes
que indicaron preferencia hacia cierta forma de estudiar, no mejoraron su
rendimiento académico cuando estudiaron de ésta forma, y que incluso en algunos
casos, el rendimiento empeoró.
3. El problema del método:
Para determinar si una persona visual aprende mejor con video que
escuchando un programa de radio, no basta con estudios de simple correlación. Una
investigación adecuada debe realizarse considerando: a) determinar los estilos
de aprendizaje y la adaptación de la instrucción educativa; b) distribuir
aleatoriamente a los participantes en
dos grupos; uno donde coincidan su estilo de aprendizaje con la la forma de
presentar la información (por ejemplo, verbales
a los que se les enseñe con textos), y otro donde el tema se presente de una
forma contraria a su estilo (por ejemplo, verbales
a los que se les enseñe con un video); y c) poderle a ambos grupos la misma
prueba de evaluación.
Considerando esta metodología,
diversos estudios[1]
han encontrado que no existe relación entre el tipo de actividad con el que se
enseña (según su estilo) con el desempeño académico.
4. El problema del uso.
Se ha mencionado anteriormente que el
objetivo de determinar qué estilo de aprendizaje se tiene, es el de adaptar la
instrucción educativa de acuerdo a ello, de tal forma que se consideren las
diferencias de los alumnos y se garantice un aprendizaje adecuado. Por ejemplo,
un estudiante con estilo verbal,
aprendería mejor leyendo el libro de texto que escuchando un podcast.
Algunos problemas al respecto se han
planteado anteriormente. La existencia de la enorme cantidad de clasificaciones
posibles y su complejidad, dificultan ésta tarea. Por otro lado, la falta de
instrumentos y métodos válidos y confiables para determinarlos, implican que la
primera tarea para lograr este objetivo no es posible de completarla.
Sin embargo, el mayor problema está
en que no existe tal relación entre los estilos de aprendizaje, la forma en la
que se proporciona la información y el rendimiento académico. Por ejemplo, los modelos
teóricos de los estilos de aprendizaje, indican que las personas que aprenden mejor
a través de ejemplos son de estilo
concreto, en tanto que aquellos que aprenden mejor con información más
compleja son de estilo abstracto. Sin
embargo, no existe evidencia rigurosa que explique esta relación. An y Carr
(2017) concluyen que en realidad, depende de los conocimientos previos y el nivel
de experticia. Aquellos que no conocen suficiente sobre un tema aprenden mejor
con ejemplos concretos, ya que no tienen el conocimiento para comprender
información más compleja. En tanto que los expertos no requieren de ejemplos,
sino que son capaces de comprender textos abstractos.
Conclusión
No cabe duda de que existen
diferencias individuales en los estudiantes y que probablemente éstas, influyan
en su rendimiento y en la forma en la que aprenden. Sin embargo, los estilos de
aprendizaje no son la mejor forma de
entenderlos ni el mejor marco teórico que se puede usar para potenciar,
modificar o considerar éstas diferencias a favor del aprendizaje.
Referencias
An,
D., & Carr, M. (2017). Learning styles theory fails to explain learning and
achievement: Recommendations for alternative approaches. Personality and Individual Differences,
http://dx.doi.org/10.1016/j.paid.
Kirschner, P. A.
(2017). Stop propagating the learning styles myth. Computers
& Education, 106, 166-71.
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sábado, 14 de octubre de 2017
Por Unknown