Por Foco Rojo sábado, 5 de septiembre de 2015


John Gray (2000) dijo que “Lo que convierte el siglo XX en especial no es el hecho de haber estado plagado de masacres, sino la magnitud de sus matanzas y el hecho de que fuesen premeditadas en aras de proyectos de mejora mundial”. 

El artículo que analizaré esta semana se denomina Análisis Crítico de la Política Penal y Criminológica  está muy relacionado con la frase anterior, pues comienza haciendo un repaso y contextualización de la importancia que tiene observar y analizar los acontecimientos históricos que han ocurrido a nivel mundial y de cómo, los hechos delictivos se han vueltos cada vez más globales y crueles, pues somos sociedades que no pueden pretender desaparecer el delito, ya que podría decirse que el delito es parte de la sociedad y la ayuda a evolucionar y unirse, al menos para demostrar el descontento de que exista. 

Es en este punto reflexivo enmarcado en la actual “posmodernidad”, en donde la Criminología se convierte en una ciencia social, que puede brindar herramientas para entender, pues es una ciencia que pretende realizar un análisis desde lo ético-político-filosófico; son la Criminología, y  la Política Criminológica las que permitirán estudiar y enmarcarlas reflexiones en torno al problema de la justicia. Sin embargo, es el enfoque de la Criminología Crítica, quien brindará una perspectiva acorde a la posmodernidad, para dar una respuesta, reacción y resistencia a la injusticia, como la polarización social, la pobreza y miseria económica, la corrupción, la impunidad, la deshonestidad y la violación a todos los derechos humanos en general. 
Es en este sentido que la criminología nos invita a ver al crimen y el castigo desde una perspectiva histórica, pues nos permite observa la evolución de ambos aspectos legales de la sociedad. Pues el castigar a los hombres por los propios hombres, constituye un acto que ha acompañado a las sociedades desde el  momento en  que se convirtieron en una. Es así como durante los inicios de la sociedad las leyes y reglas se generaron para mantener a los miembros de la sociedad en armonía, pretendiendo que todos aquellos dentro del mismo sistema sean juzgados de la misma forma, sin la división de niños, mujeres, o locos. Es durante la edad media que podemos ver los grupos vulnerables como seres que incluso eran honrados y su sacrificio tenía un fin. Sin embargo, es durante la ilustración en la que los hombres se cuestionan su propia humanidad y el derecho que les otorgaba serlo. Es aquí donde se hace una distinción entre lo que es propio y valorado del hombre, y lo que debe ser castigado: todo aquello fuera de la humanidad. Es aquí donde los criminales comienzan a ser castigados y rechazados, tomando el lugar que se consolidará durante el capitalismo, en el que los criminales deben ser castigados con penas severas pues son hombres sin humanidad y son  aborrecibles para la propia sociedad. 
Durante el capitalismo tardío  el criminal y el crimen, comienzan a ser vistos como un problema por la política y la ciencia que busca estudiarlos para eliminarnos, olvidando que son aspectos totalmente intrínsecos de la sociedad. Es en estos discursos que el criminal es visto como el anormal que debe ser reinsertado en la sociedad después de cumplir una pena por su delito, sin embargo, esta visión se aplica solo con aquellos criminales cuyos hechos delictivos son relacionados directamente con crimines impactantes como homicidio o violación, dejando de lado aquellos como los criminales de cuello blanco, que afectan a la sociedad desde dentro, en una forma muchas veces invisible pero efectiva. Si la anterior es la única visión que  guía el estudio del crimen, estaremos limitando el alcance del mismo,  convirtiendo al criminal y a la sociedad un fenómeno corto, que solo mira al criminal como desviado y que no ofrece  alternativas para intervenir, más que castigar y encarcelar. 

La necesidad de los miembros de la sociedad es lo que ha permitido que la prevención del delito (en lugar de una estrategia a favor de la seguridad y estabilidad de la ciudadanía) se  convierta en un elemento efectivo de las políticas públicas, en las que es el Estado es quien privatiza y la utiliza. Por su parte, la Criminología se ha convertido en la herramienta a utilizar para vender seguridad y hacer de un deber del estado, un negocio lucrativo y que se aprovecha de la necesidad de conservación de las personas. La criminología y las políticas criminológicas de seguridad pública provienen de este sistema de producción y reproducción que intentan fabricar seguridad, una seguridad que se desplaza de objeto sin atacar las causas que lo producen. Con esta realidad se dilucida un problema que aqueja a las instituciones de procuración de asistencia y seguridad pública, y consiste en que a las personas no les importa la seguridad en-si-misma, sino su derecho a la seguridad.

Es por esto que la Política Criminológica debe ver más allá de la simple necesidad de sentirse seguro, pues debe comprender el contexto, la realidad, la economía y todos los aspectos que interviene en la dinámica de una sociedad, siendo la finalidad la disminución de la delincuencia, pues una buena política criminológica entiende que el crimen no será eliminado y que además busque estrategias que no se dimiten al castigo y encarcelamiento de los criminales, pues ellos son solamente una cadena del conflicto real. Los sistemas sociales cada vez más cerrados y en constante expansión, coartan y limitan drásticamente el campo de acción de las personas, su autonomía se ve reducida y disminuida por el constante control y vigilancia de las instituciones públicas y privadas, aspectos contra los que deben luchar las Políticas Criminológicas para tener éxito. 

Uno de los aspectos más importantes que una Política que intente ser realmente criminológica, debe ser tomar en cuenta a aquellos que han sido marginados y estigmatizados como criminales y su par, las víctimas o grupos desfavorecidos, por lo que se debe intentar cambiar y transformar el sistema penal por medio de políticas inclusivas y tolerantes, para que disminuyan los efectos estigmatizadores que este engendra.

Las políticas de seguridad pública deben dirigirse  a disminuir los índices de desconfianza que la ciudadanía proyecta sobre las instituciones sociales que regulan y distribuyen los derechos y deberes fundamentales. Y a su vez, tienen que reducir las desigualdades económicas y sociales para el beneficio de los desfavorecidos que conforman la mayoría marginada. El interés de estas políticas debe estar dirigidos a estas “minorías” que se ven afectadas por la mala distribución de riquezas y gratificaciones sociales. El desarrollo de políticas de igualdad, democráticas, de participación ciudadana, que guarden un sentimiento de solidaridad y de comunidad, que de alguna manera, puedan producir las condiciones necesarias para la superación de las relaciones sociales que el capitalismo avanzado reproduce, tienen que ser las tareas principales que las instituciones sociales de procuración de seguridad y justicia.

Estas políticas criminológicas de seguridad pública tienen que producir un cambio sustancial en las subjetividades colectivas, en todo el inconsciente colectivo. En este sentido, no se trata de cambiar o convertir al delincuente, criminal o desviado, a la lógica de la sociedad, sino, de cambiar a la sociedad a la lógica del criminal. No se trata de una asimilación “forzada” que el criminal tiene que realizar, sino de un compromiso y sentido de responsabilidad que la sociedad tiene generar, producir y reproducir constantemente. En esto reside gran parte de la participación ciudadana, en el sentido de responsabilidad y compromiso. El cual reproduce el tejido societal fortaleciéndolo y haciéndolo más flexible, asimilando nuevas formas de expresión y cohesionándose frente acciones que lo degeneren


Conclusión 

En esta lectura se expusieron puntos importantes sobre la visión del crimen y el criminal desde una perspectiva histórica, señalando como la posmodernidad se ha convertido en una época de cambios, en las que ambas guerras mundiales provocaron profundas presiones en la humanidad y sobre todo preocupación, pues la crueldad humana fue evidente, y aunque se tomará como en “pro del avance” la realidad es que, la criminalidad de dichos actos es totalmente incuestionable. Desde el recorrido histórico de la criminalidad y las acciones humanas para controlarla, se expuso la evolución del crimen y la seguridad, dejando claro que durante el medievo, la sociedad aceptaba y miraba a los criminales como una parte intrínseca del sistema, lo que cambio con el nacimiento de la ilustración, momento en el que un concepto tan antiguo cambio y se asoció con algo que debe atacarse, que no es humano y que debe castigarse, separando de “nosotros” a “ellos” que esta locos o son criminales, dejándolos de lado, como seres sin humanidad. 

Es durante el nacimiento e instauración del capitalismo, en el que se encrudece esta visión, aplicando penas y castigos que atentan contra la integridad de los criminales. No es hasta la modernidad y posmodernidad, que se replantean aspectos sobre la realidad que se vive, en la que aquellos interesados pueden abrir los ojos para observar la realidad de inseguridad que el mundo vive. Es mediante la criminología y la política criminológica que se puede encontrar una solución a los vicios arrastrados, en los que el criminal era castigado con encierro, sin siquiera entender y comprender el contexto. 

En este sentido son las políticas criminológicas, aquellas que pueden ofrecer una alternativa a solucionar el problema de la desarticulación de la sociedad con la seguridad y el Estado sobre la toma de decisiones más acertada acerca de la realidad de la sociedad, a la que le deben esa sensación. Estas políticas pretenden utilizar su conocimiento del contexto para entender cada componente de la dinámica que articula una sociedad y de cómo el crimen y la criminalidad son entendidas dentro de la misma. Esta visión contextual permitirá crear las estrategias más adecuadas para intervenir, y si bien, no erradicar por completo el delito, si disminuirlo para brindar un estadio de seguridad y protección, que las sociedades posmodernas no perciben o, en determinados casos, niegan su existencia y utilizan alternativas que comercian con dicha percepción, como la seguridad privada. 

Otro aspecto interesante, es que la sociedad y las políticas criminológicas, deben considerar no solamente el contexto, la pena o el delito, sino más bien, deben enfocarse en el tratamiento de aquellos que cometieron las infracciones contra la seguridad de uno o varios individuos. El problema del qué hacer con los criminales ha sido discutido, convirtiéndolos en un grupo marginado y estigmatizado por toda la sociedad; la cárcel los aparta, dejando de estar en el nosotros de la comunidad. Es en este aspecto que la política criminológica debe intervenir, pues los criminales, en la mayoría de sus casos, no estarán toda su vida dentro de un sistema penitenciario, por lo que al salir, se convertirán en personas rechazadas, sin oportunidad y cuya única forma de sobrevivir será volver a delinquir. La visión de generar Políticas Públicas para este sector, deben estar dirigidas para asegurar la reinserción y reintegración de los criminales a la sociedad.

Finalmente, el artículo plantea a la Política Criminológica como un solución efectiva, sin embargo, al tomar decisiones como la generación y aplicación de dichas políticas, debe estarse consiente todo el tiempo, de que no funcionarán por sí mismas, un acercamiento como esta, necesita de la cooperación del gobierno, sociedad y sector privado, pues la colaboración conjunta, permitirá aplicar las medidas y estrategias de forma afectiva y fluida; si existe algún obstáculo desde alguna de estas tres fuentes, las políticas fracasarán y estaremos estancados en procesos de “prevención” del delito, que solamente atacan el síntoma y no el verdadero problema, la seguridad y justicia en la sociedad.


ResearchBlogging.org Aguilera Portales, R. y González Cruz, J. (2010). Análisis crítico de la política penal y criminológica en la sociedad posmoderna. Revista de criminología, 21, 59-81

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